MIRA TU HÍGADO
“Porque el rey de Babilonia se ha detenido en una encrucijada, al principio de los dos caminos, para usar de adivinación; ha sacudido las saetas, consultó a sus ídolos, miró el hígado” (Ezequlel 21:21).
Hoy hablaremos del hígado, ya que, según la Organización Mundial de la Salud, es el Día de la Lucha contra la Hepatitis.
Aunque te parezca extraño, los babilonios buscaban en el hígado de los animales señales del destino. La gente recurría a cualquier cosa con tal de conocer el futuro. Así que, tomaban un animal, lo sacrificaban, lo descuartizaban y observaban su hígado. Creían que el hígado era la sede de la vida y que, al morir el animal, se convertía como en un “espejo”, sobre el que se reflejaban los designios de las divinidades.
Este método de adivinación se conoce como hepatoscopía. Los arqueólogos han encontrado en Mesopotamia hígados de ovejas, hechos en arcilla, marcados con líneas e inscripciones. También usaban la lecanomancia (interpretación de cómo se desparramaba el aceite sobre el agua, al ser vertido), y la belomancia (sacudir flechas dentro de una aljaba y analizar la dirección en que caía la primera), otro de los métodos mencionados en el versículo de hoy.
Este tipo de adivinación no era realizado por cualquier persona, sino por hombres de ciencia, tal como se relata en Daniel 1:20 y 2:2. Magos, astrólogos y sabios estaban en la corte del rey. Eran personas preparadas durante años, grandes estudiosos, conocedores de todo tipo de ciencias y destinatarios de grandes privilegios. Y Daniel y sus amigos estaban en ese grupo.
No obstante, ¿te parece que estos habrán sido los métodos de Daniel para revelar el futuro? Notarás que no, ya que él confiaba en Dios. Cuando estuvo en aprietos (¡y vaya que ser amenazado de muerte es estar en apuros!) consultó a Dios. Daniel 2:27 y 28 declara esta verdad: ningún mago, sabio o astrólogo puede revelar el futuro, sino solo Dios.
Hoy puede ser un día histórico. No consultes a los astros, al azar, ni a los métodos de adivinación de moda. Ora y estudia la Biblia: allí está todo lo que necesitarás saber cuando te encuentres en una encrucijada del camino.
“Ante vosotros hay dos caminos: el camino ancho de la complacencia propia y la senda estrecha del sacrificio. Yendo por el camino ancho, podéis elegir el egoísmo, el orgullo, el amor al mundo; pero aquellos que recorren la senda estrecha, deben abandonar todo peso, y el pecado que tan fácilmente nos acosa. ¿Cuál camino habéis escogido, el camino que lleva a la muerte eterna, o el camino que conduce a la gloria y a la inmortalidad?” (Elena de White, Nuestra elevada vocación, p. 10).