ROBERTO H. GODDARD
Porque cuales son sus pensamientos íntimos, tal es él. “Come y bebe?, te dirá, pero su corazón no está contigo. Proverbios 23:7 (RVR1995).
Roberto, tengo un trabajito para ti -le dijo María Goddard a su nieto adolescente un hermoso día de octubre-. El viejo cerezo necesita ser podado.
-Muy bien, abue -suspiró Roberto y cerró el libro que había estado leyendo, titulado La guerra de los mundos, de H. G. Wells.
Era su libro favorito, y ya lo había leído varias veces. El libro trataba de marcianos imaginarios que viajaban por todo el sistema solar en enormes naves de hierro. Se emocionaba cada vez que lo leía. ¿Qué, si fuera cierto?
La idea de viajar por el espacio acompañaba a Roberto mientras iba por el serrucho. Seguía pensando en su aventura mientras trepaba a las ramas más bajas del cerezo. Poco después se recostó en el tronco para descansar un minuto. Los cálidos rayos del sol otoñal lo relajaron rápidamente. Cerró los ojos unos segundos. Entonces sucedió algo sumamente extraño.
-Era como un sueño -dice Roberto, al recordar la experiencia-. Imaginé un aparato muy raro que tenía la forma de una barra larga.
Comenzó a girar más y más hasta elevarse desde el suelo. Siguió ascendiendo cada vez más en dirección a la luna.
Emocionado, Roberto bajó rápidamente del árbol, corrió a su recámara y dibujó la máquina que había imaginado en el cerezo.
Muchos años después, y tras inventar cientos de cohetes, Roberto estaba de pie en un campo de Massachusetts observando cómo su primer cohete de combustible líquido se elevaba en el aire, seguido de tremendas llamaradas amarillas y anaranjadas. Luego de ascender unos 60 metros, se niveló y aterrizó. Antes de morir en 1945, lanzó un cohete que se elevó más de tres kilómetros. Hoy, los cohetes de exploración, las estaciones y los viajes espaciales nos parecen temas comunes y hasta cotidianos.
Todo empezó aquel día en el cerezo. La imaginación de Roberto Goddard, animada por los libros que había leído, dio origen a la espectacular era espacial. Realizó lo que siempre había soñado. Esa pareciera ser una de las leyes de la vida: llegamos a ser lo que constantemente pensamos.
¿Qué clase de persona eres, o llegarás a ser? ¿En qué piensas constantemente? ¿Qué es lo que te mantiene preocupado? ¿Qué tipo de libros lees? ¿Qué películas ves? ¿Qué clase de música escuchas?