No permitas que nadie te subestime por ser joven. Sé un ejemplo para todos los creyentes en lo que dices, en la forma en que vives, en tu amor, tu fe y tu pureza. 1 Timoteo 4:12.
Hace ochenta años, las escuelas de los Estados Unidos no proveían los libros de texto. Cada alumno tenía que comprar los suyos. Para algunas familias esto era imposible.
-¡ No es justo! -decía Golda Meir, cuando apenas contaba con diez años de edad, al ver a sus amiguitos que la pasaban mal por falta de libros-, ¿Por qué se discrimina a los niños pobres?
-Estoy de acuerdo -le dijo su mejor amiga, Regina Hamburger- Si tuviera suficiente dinero, compraría libros para todos los niños que los necesitan.
Los ojos le brillaron a Golda.
-¡Tengo una buena idea! -dijo-. ¿Por qué no formamos un club y recabamos fondos para los niños necesitados?
-¡Es una idea maravillosa! -exclamó Regina.
-Pediremos a todos nuestros amigos de la escuela -continuó Golda-. Lo podemos llamar la Sociedad Americana de Hermanas Menores. -¡Excelente! Ya quisiera empezar.
Los miembros del club decidieron celebrar una fiesta en el Salón Packen de Milwaukee. Juntaron de sus mensualidades y recolectaron entre sus vecinos hasta tener lo suficiente para imprimir un anuncio y alquilar el salón. Las muchachas organizaron un nutrido programa campestre de discursos, seguidos de algunos aperitivos.
El día de la “fiesta” el auditorio estaba abarrotado. Las niñas recitaron poesías y pronunciaron cálidos discursos explicando la necesidad de libros que tenían los niños pobres.
-¡Por favor, pongan las manos bien hondo en sus bolsillos y ayuden a los niños pobres de nuestra ciudad! -apelaba Golda Meir, con sus trenzas flotantes mientras movía la cabeza-. Son niños inteligentes. Merecen la misma oportunidad de obtener una buena educación. ¡No nos vayan a defraudar! ¡Contamos con ustedes!
Habían asistido al evento un reportero y un fotógrafo de cierto periódico. Al día siguiente, Golda Meir y su Sociedad Americana de Hermanas Menores estuvieron en primera plana.
“Debemos agradecer a Golda Meir, de diez años de edad, por sacudirnos a nosotros, los adultos, y despertarnos a la realidad respecto de la injusticia que sufren los niños pobres de la ciudad”, decía el periódico.
Gracias a Golda, los niños pobres de Milwaukee obtuvieron sus libros de texto. Durante muchos años continuó ayudando a los menos pudientes. Hasta que llegó a ser la primera ministra de Israel. Golda demostró que los jóvenes pueden marcar la diferencia.