¿ACASO NO ES TÍPICO DE DIOS?
“Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo” (Rom. 10: 9).
“-Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serón salvos -le contestaron” (Hech. 16: 31).
Desde que tengo seis años sé que soy hija de Dios, y creo en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, y en que Jesús es mi Salvador. Un día, volviendo de la escuela, algunos niños más grandes, a quienes les divertía acosar a otros, me alcanzaron y me rodearon. No podía ver ninguna salida. Pero también tenía fe. De repente, una mano me tomó del cuello de mi abrigo, llevándome hacia atrás, y los niños se alejaron. Uno de mis cuatro hermanos mayores (yo era una de las menores de diez) estaba conduciendo por allí y me salvó. Me llevó a casa en su camioneta, y yo me sentí muy a salvo y contenta. ¿No fue algo típico de Dios enviara alguien a salvarme cuando estaba muy asustada y orando internamente? Hubo ocasiones en que sí tuve que luchar (aunque lo detestaba) mientras caminaba hacia mi casa; pero tenía un temperamento bastante fuerte, y muchos salieron heridos. Al poco tiempo yo había crecido, y acompañaba a mi hermana menor a casa, para protegerla. También me metí en problemas más de una vez porque mis anteojos se habían roto y, con tantos hijos, mis padres no tenían lo que algunos llaman “dinero de sobra”.
Cuando los israelitas salieron de Egipto con Moisés, se sintieron acorralados entre el enorme mar Rojo y el ejército de Faraón. Pero Dios les abrió un camino sobre tierra seca con paredes de agua a los lados; estoy segura de que fueron las poderosas y maravillosas manos del Señor. Entonces, les ordenó que avanzaran. La manera en que Dios nos protege debería darnos confianza por mucho tiempo pero, a menudo, olvidamos rápidamente esa seguridad.
Jesús me ha mostrado vez tras vez cómo me salva, no solo de mis pecados, sino también de mí misma y de malas situaciones. Mis hermanas en Cristo y yo oramos unas por otras, para tener fe y gracia. Nos reunimos luego de almorzar en la iglesia y compartimos nuestros pedidos de oración. Cuando me siento “atrapada” en un grupo de gente donde reinan la controversia y el caos, mi cabeza está ocupada orando por respuestas simples. Cuanto más simple es la respuesta, mejor; y las oraciones son contestadas perpetuamente. ¿No es esto típico de Dios? ¡Estoy tan agradecida!
SALLY J. AKEN-LINKE