¿NO HAN PODIDO VELAR CONMIGO?
“¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?” (Mat. 26:40).
A veces, aunque trato de mantenerme despierta, termino quedándome dormida. Hace falta esforzarse mucho para mantenernos vigilantes. El relato bíblico en el que se encuentra el versículo de hoy, me recuerda lo peligroso que es quedarnos dormidas cuando deberíamos estar vigilantes.
Miramos fijamente a Jesús, y nos dice: “Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:12,13). ¿Qué? Jesús está hablando de la muerte otra vez, ¡y en el tranquilo jardín del Getsemaní! Pero ¿está hablando de sí mismo o de nosotros?
Jesús continúa: “Os expulsarán de las sinagogas, y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate pensará que rinde servicio a Dios” (Juan 16:2). ¡Inconcebible! Nos estremecemos ante la idea. Jesús se aleja a orar a solas, después de aconsejarnos que velemos y oremos. De repente, comienza a hablar de nuevo. No podemos mantener los ojos abiertos, ni siquiera mientras pregunta: “¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?” (Mat. 26:40). Una vez más, Jesús nos encuentra durmiendo. Santiago logra mantenerse a duras penas despierto, y escucha al Señor en oración gemir, mientras habla de una copa amarga. ¡La copa! Santiago recuerda que Jesús presagió: “Ustedes beberán de la copa que yo bebo” (Mar. 10:39, NVI). Incluso en medio del letargo, Santiago reconoce el significado de la copa. Pero sus ojos se cierran. Por ahora, la copa de Santiago se esconde en su estupor, así como la copa de José estaba encubierta en el saco de grano de Benjamín.
Jesús recrea la larga noche de la agonía de Jacob, mientras enfrenta su propia batalla épica. Esa noche, todos los discípulos están participando de esa lucha. Necesitan orar por poder y protección; especialmente Pedro, Juan y Santiago, cuya copa se pone de manifiesto por primera vez cuando la espada de Herodes abre el “saco de grano” de los creyentes que se alimentan del Pan de vida.
¿Por qué he llegado al Jardín de Oración? ¿Está mi corazón en medio de una lucha a vida o muerte contra el enemigo? ¿Estoy orando fervientemente para estar alerta y no caer en tentación? ¿Estoy afianzada del poderoso brazo derecho de Dios? ¿Estoy pidiendo que él me sustente cuando mi copa sea revelada, y pidiendo fuerza de voluntad para beber fielmente la copa de la voluntad del Padre? ¿O estoy demasiado cómoda como para reconocer que mi corazón se inclinó hacia el sueño, inmune a la petición del Maestro de “velar y orar”?
Rebecca Timón