DIOS PROVEE
“He sido joven y ahora soy viejo, pero nunca he visto justos en la miseria, ni que sus hijos mendiguen pan. Prestan siempre con generosidad. Sus hijos son una bendición” (Sal. 37: 25, 26).
Al escribir esto, mi familia y yo estamos pasando por un mal momento. Acabo de usar los últimos cupones que tenía para comprar algunas cosas para desayunar, y el almuerzo… ya veremos.
De pie en la cocina, mientras divido el último pedazo de pan y sirvo un poco de cereal en una compotera, recuerdo una promesa, el versículo de hoy: “He sido joven y ahora soy viejo, pero nunca he visto justos en la miseria, ni que sus hijos mendiguen pan”. Suena tan fuerte en mi mente que comienzo a cantar ya alabar a Dios en mi corazón. Me apuro en anotar estas palabras, para que sirvan como testimonio de su fidelidad. Sé que él es quien las puso en mi mente y quien me ha dado esta canción para entonar.
Recuerdo cada momento difícil que hemos experimentado, cada momento de pánico y estrés, y esta ocasión en particular. Reconozco que mi familia nunca pasó hambre, ni siquiera por un día; el auto siempre tuvo suficiente combustible para llevarnos hasta el trabajo, y todas las cuentas siempre fueron pagadas. Estamos protegidos y calentitos cuando la lluvia golpea el techo y el viento sopla con fuerza. Pero, más que nada, tenemos el amor de Cristo en nuestros corazones, y nos amamos y respetamos unos a otros. Esto nos da la seguridad de que cruzaremos este desierto, así como hemos pasado tantos otros, y saldremos de él alabando a nuestro Padre: Jehová Jireh (Dios provee). Saldremos con una canción en los labios.
Tendremos tiempos difíciles, que nos probarán y nos tentarán a desconfiar de Dios y creer que nos ha abandonado, pero aferrémonos de sus promesas. Él ha prometido: “Sean fuertes y valientes. No teman ni se asusten ante esas naciones, pues el Señor su Dios siempre los acompañará, nunca los dejará ni los abandonará” (Deut. 31: 6). También ha prometido suplir todas nuestras necesidades acorde con sus gloriosas riquezas (ver Fil. 4: 19). Por tanto, regocíjate en las adversidades porque; cuando parece que las cosas ya no pueden ser más oscuras y sombrías, es cuando puedes tener la seguridad de que Dios está abriendo un camino para que nos pongamos de pie y observemos su liberación gloriosa. Es más, significa que tenemos un testimonio para compartir y una canción que él nos dará para cantar.
GRETA M. JOACHIN-FOK-DYETT