LA MISIÓN EN EL HOGAR
«Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer, tuve sed, y me dieron de beber, fui forastero, y me dieron alojamiento». Mateo 25: 35, NVI
LA MISIÓN DEL HOGAR se extiende más allá del círculo de sus miembros. El hogar cristiano ha de ser un ejemplo, que ponga de manifiesto la excelencia de los verdaderos principios de la vida. Semejante ejemplo será una fuerza para el bien en el mundo. Mucho más poderosa que cualquier sermón que se pueda predicar, es la influencia de un hogar verdadero en el corazón y la vida de los hombres. – Mensajes para los jóvenes, sec. 11, p. 192
Nuestras relaciones sociales no deberían ser dirigidas por los dictados de las costumbres del mundo, sino por el Espíritu de Cristo y por la enseñanza de su Palabra. En todas sus fiestas los israelitas admitían al pobre, al extranjero y al levita, el cual era a la vez asistente del sacerdote en el santuario y maestro de religión y misionero. A todos se les consideraban como huéspedes del pueblo, para compartir la hospitalidad en todas las festividades sociales y religiosas y ser atendidos con cariño en casos de enfermedad o penuria. A personas como esas debemos dar buena acogida en nuestras casas. ¡Cuánto podría hacer semejante acogida para alegrar y alentar al enfermero misionero o al maestro, a la madre cargada de afanes y de duro trabajo, o a las personas débiles y ancianas que viven tan a menudo sin familia, luchando con la pobreza y el desaliento!
«Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a vecinos ricos, no sea que ellos, a su vez, te vuelvan a convidar, y seas recompensado. Cuando hagas banquete, llama a los pobres, a los mancos, a los cojos y a los ciegos; y serás bienaventurado, porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos» (Luc. 14:12-14).
Estos son huéspedes que no les costará mucho recibir. No necesitarán ofrecerles alimento costoso y de mucha preparación. Necesitarán más bien evitar la ostentación. El calor de la bienvenida, un asiento donde pueda calentarse, y uno también a su mesa, el privilegio de compartir la bendición del culto familiar, serían para muchos como vislumbres del cielo.
Nuestras muestras de solidaridad deben rebosar más allá de nosotros mismos y del círculo de nuestra familia. Hay buenas oportunidades para los que quieran hacer de su hogar una bendición para otros. La influencia social es una fuerza maravillosa. – El hogar cristiano, cap. 72, pp. 425-426