SENTENCIADO A MUERTE
“Yo sé que en mí, es decir, en ni naturaleza pecaminosa no existe nada bueno. Quiero hacer lo que es correcto, pero no puedo” (Romanos 7:18, NTV).
La pesadilla comenzó cuando, debido a su oposición política al zar Nicolás I, fueron tomados como prisioneros políticos. Ese 22 de diciembre de 1849, recibirían la sentencia. A pesar de que solo eran intelectuales, fueron encontrados culpables de poseer “material subversivo” y fueron condenados a muerte por fusilamiento. Ese mismo día serían ejecutados. La sentencia determinó: “El exteniente ingeniero Dostoievski (de 27 años) es condenado al pabellón de fusilamiento por participar de planes delictivos, por la circulación de una carta privada que contiene duras declaraciones contra la Iglesia Ortodoxa y las más elevadas autoridades, y por el intento de distribuir obras subversivas con la ayuda de un litógrafo”.
La sentencia se debía ejecutar inmediatamente. Él y sus compañeros tenían solo unos minutos de vida. Se les quitaron sus ropas y les dieron una túnica blanca, que serviría de túnica mortuoria. Con la cabeza encapuchada, escucharon las órdenes al pelotón: “Preparen… Apunten…” Repentinamente, llegó un soldado del Zar e interrumpió la ejecución: llegaba para anunciar el “perdón” de Nicolás I. Sin embargo, el fusilamiento había sido una farsa planificada por el Zar para torturar a estos prisioneros. El trauma de enfrentar una muerte cierta, pero totalmente inesperada, nunca abandonó al novelista. De hecho, otro de los condenados más tarde enloqueció.
Aun cuando había salvado su vida, no todas eran buenas noticias. La sentencia real era que sería enviado a Siberia, la prisión de Omsk, bajo el régimen de trabajos forzados. Era un lugar aterrado, el peor que le podría haber tocado. Antes de partir para Siberia, alguien escondió entre sus ropas un Nuevo Testamento, el único libro que se permitía en prisión. Si bien profesaba el cristianismo de rama ortodoxa, la religión no había sido su fuerte hasta ese momento. Pero fue allí, en la helada prisión de Siberia, que encontró al Jesús del Nuevo Testamento. Más tarde, Dostoievski llegó a confesar: “Si alguien me llegara a probar que Cristo está fuera de la verdad y que, en realidad, la verdad está fuera de Cristo, entonces preferiría permanecer con Cristo antes que con la verdad”.
En sus más grandes obras, como Crimen y Castigo y Los hermanos Karanazov, Dostoievski hace patente su lucha entre su profunda pecaminosidad humana y sus deseos de creer y permanecer en Cristo. Sus obras están teñidas de esa lucha del cristiano a tal punto que se cree que esas novelas fueron el único contacto de la ciudadanía rusa con el cristianismo durante la época del comunismo.
¿Qué te ha impulsado a seguir a Cristo? ¿Cómo está tu lucha con el pecado?