EL PECADO NO VALE LA PENA
“¿Puede alguien caminar sobre las brasas sin quemarse los pies?” (Proverbios 6:28, NVI).
El pecado nunca se presenta como realmente es. Como la carnada de un anzuelo, es atractivo, pero mortal. La interacción humana con él respeta la ley de la acción y reacción: quien juega con fuego o camina sobre las brasas, finalmente se quemará.
La vida de Sansón muestra eso claramente. Su nombre significa “hombre del sol”. Él había sido llamado para hacer que el pueblo del Señor volviera a brillar. Dios lo rodeó de privilegios. Había sido dedicado desde el vientre de su madre, era nazareo, estaba dotado de una fuerza extraordinaria y había sido llamado para ser el juez y libertador de Israel.
Sin embargo, él jugó con el pecado. Pensó que podía seguir su propia lógica y subestimó las consecuencias de sus actos. Comenzó con un brillo fuerte, pero fue perdiendo la fuerza hasta terminar casi apagado. Se convirtió en un sol sin resplandor.
Sansón tenía todo para ser exitoso, pero su historia fue un fracaso. ¿Por qué? Él perdió la noción de la verdadera Fuente de su poder, ignoró las orientaciones divinas y permitió que el corazón definiera su comportamiento.
Terminó humillado y experimentó el resultado de aquellos que juegan con el pecado. Quedó ciego y ya no podía ver su condición real, porque se vaciaron sus ojos. Literalmente, pasó a andar en círculos, dando vueltas en un molino de trigo como esclavo. Se volvió objeto de burlas y perdió por completo su dignidad. En un acto de desesperación, intentó incluso recuperar el plan original del Señor; pero, para eso, tuvo que sacrificar su propia vida. Todo podría haber sido diferente.
El pecado no vale la pena. Ofrece un minuto de placer, pero se cobra una vida de sufrimientos. Como alguien dijo una vez: “Sus cadenas son demasiado suaves como para sentirlas hasta que se hacen demasiado fuertes para romperlas”.
No obstante, Dios no renuncia a ninguno de los que eligieron “andar sobre las brasas” y jugar con el pecado. Elena de White afirmó: “Entonces, nadie considere sus defectos como incurables. Dios concederá fe y gracia para vencerlos” (El conflicto de los siglos, p. 543).
Si tú estás siendo tentado, no te dejes engañar con las ofertas mentirosas del enemigo. Huye de él mientras aún hay tiempo. Si ya caíste y estás experimentando las amargas consecuencias de tu error, recibe el perdón divino y abandona el pecado. ¡Vale la pena seguir a Jesús!