“Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios” (Juan 1:12, NVI).
“¿Todavía no te casaste?” Aunque escuchó esta pregunta cientos de veces, nunca sé muy bien qué responde. “Pero eres demasiado linda como para ser soltera”, dice la gente, con buenas intenciones, pero dejando entrever que cree que solo la gente fea o rara no se casa despues de cierta edad. La escritora estadounidense Elyse Fitzpatrick, en Good News for Weary Women[Buenas noticias para las mujeres cansadas], comenta: “Es bíblicamente insostenible y abrumador diciendo a una mujer que la única actividad valiosa que puede hacer es dar a luz hijos y servir a un esposo y una familia”. Pero esta idea oprime no solo a las mujeres solteras, sino también a las casadas, “haciendo que el éxito como ama de casa/madre sea la vocación más importante en la vida de una mujer. Y aunque este es un gran llamado, no debería triunfar sobre nuestro primer y más importante llamado: creer en Cristo”.
Tu estado civil no es el barómetro de tu valor como persona. Así tengas un marido y siete hijos fabulosos, o no hayas tenido una sola cita fabulosa en siete años, tu estado civil no te define. Casadas, solteras, viudas o divorciadas, todas pertenecemos a Cristo y solo él tiene el derecho de definirnos. En The Single Issue [El problema de la soltería], el autor cristiano Albert Hsu señala que, “en abrupto contraste con el pensamiento judío convencional, Jesús enseñó que la salvación no se encuentra en el matrimonio, y que la vida eterna no viene aa a través de engendrar hijos que continúen con el apellido de la familia”. En cambio, recibimos nuestro sentido de valor y dignidad cuando nos “identificamos con el Reino de Dios”.
Aprender a identificarnos con el Reino de Dios y con sus valores lleva tiempo, ¡pero vale la pena! Es un proceso en el que aprendemos a soltar rótulos y etiquetas de todo tipo, para recibir un cambio un título más poderoso: “Hija de Dios”. ¡La sangre de Cristo define tu valor! Aprender a confiar en esta verdad nos permite servir en todas y cada una de las etapas de la vida, con sus bendiciones y desafíos específicos.
Señor, cuando me sienta tentada a permitir que mis circunstancias me llenen de orgullo o de vergüenza, recuérdame que solo tú tienes el poder para definir mi valor como persona. Ya sea casada, soltera, con hijos o sin ellos, yo te pertenezco por completo y quiero vivir para servirte.