«Porque ejemplo os he dado para que, como yo os he hecho, vosotros también hagáis» (Juan 13:15).
De la serie de artículos publicados bajo el título Forgiveness. Theory, Research and Practice [ Perdón. Teoría, Investigación y Práctica], los investigadores Michael McCullough, Kenneth Pargament y Clark Thoresen editaron un libro del que se pueden deducir los principales componentes del perdón. Éstos son:
- Reconocimiento del daño. El daño puede ser físico, psicológico, sexual o verbal y puede haber sido directo (percibido hacia sí mismo) o indirecto (percibido hacia un familiar, amigo, compatriota, etc.). Junto con el reconocimiento del daño, se reconoce quién o qué cosa lo provocó, es decir, la fuente del mismo.
- Compromiso de perdonar. Una vez ocurrido el daño e identificado su ofensor, el ofendido puede adoptar, básicamente, dos opciones: la venganza o el perdón. Para ello, analiza las ventajas y desventajas de cada opción, y realiza una elección.
- Pensamientos y afectos. La experiencia del perdón se ve influenciada por nuestras creencias y sentimientos. Gran parte de la habilidad para perdonar depende de la capacidad para empatizar con el ofensor. Reconocer que cada uno de nosotros puede ser a la vez ofendido y ofensor facilita el perdón.
- Conducta. Para que se materialice el perdón, el comportamiento y las palabras deben ser congruentes con las decisiones, los pensamientos y las emociones. En este sentido, se puede decir que se ha perdonado cuando el ofendido de muestra compasión y empatía hacia el ofensor a través de sus acciones.
La Biblia revela con múltiples referencias y ejemplos, algunas orientaciones prácticas relacionadas con cada uno de estos componentes. Sin duda alguna, el mayor ejemplo de perdón, lo ofreció Cristo mismo, al estar dispuesto a perdonar a un mundo que lo despreció, insultó, golpeó y, finalmente, crucificó. En su segunda epístola, el apóstol Pedro nos anima a imitarlo, porque «para esto fuisteis llamados, porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo para que sigáis sus pisadas. El no cometió pecado ni se halló engaño en su boca. Cuando lo maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino que encomendaba la causa al que juzga justamente» (1 Pedro 2:21-23).
Te animamos en este día a meditar en el ejemplo de Cristo, principalmente, en las horas previas a su crucifixión. Nota cómo identifica a los ofensores, reconoce la gravedad del daño y ofrece una oración intercesora de perdón, evidenciando sus más profundos sentimientos. Recuerda que ejemplo nos ha dado para que, como él ha hecho, también podamos hacer.