Viernes 19 de Mayo del 2017 – EL PODER DE LA ORACIÓN SECRETA – DM para adultos

EL PODER DE LA ORACIÓN SECRETA

«Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público». Mateo 6: 6

HEMOS DE TENER un lugar especial para la oración secreta. Debemos escoger, como lo hizo Cristo, lugares selectos para comunicarnos con Dios. Muchas veces necesitamos aislarnos en algún lugar, aunque sea humilde, donde estemos a solas con Dios.

«Ora a tu Padre que está en secreto» (Mat. 6: 6). En el nombre de Jesús podemos llegar a la presencia de Dios con la confianza de un niño. No hace falta que algún hombre nos sirva de mediador. Por medio de Jesús, podemos abrir nuestro corazón a Dios como a quien nos conoce y nos ama.

En el lugar secreto de oración, donde ningún ojo puede ver ni oído oír, sino únicamente Dios, podemos expresar nuestros deseos y anhelos más íntimos al Padre de compasión infinita; y en la paz y el sosiego del alma, esa voz que jamás deja de responder al clamor de la necesidad humana, hablará a nuestro corazón. […]

No será vana la petición de los que buscan a Dios en secreto, confiándole sus necesidades y pidiéndole ayuda. «Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público» (Mat. 6: 6). Si diariamente tenemos comunión con Cristo, sentiremos en nuestro derredor los poderes de un mundo invisible; y mirando a Cristo, nos asemejaremos a él. Contemplándolo, seremos transformados. Nuestro carácter se suavizará, se refinará y ennoblecerá para el reino celestial. El resultado seguro de nuestra comunión con Dios será un aumento de piedad, pureza y entusiasmo; oraremos con inteligencia cada vez mayor. La oración nos educa y esa educación divina se manifiesta en una vida diligente y fervorosa.

El alma que se vuelve a Dios en ferviente oración diaria para pedir ayuda, apoyo y poder, tendrá aspiraciones nobles, conceptos claros de la verdad y del deber, propósitos elevados, así como sed y hambre insaciable de justicia. Al mantenernos en relación con Dios, podremos derramar sobre las personas que nos rodean la luz, la paz y la serenidad que imperan en nuestro corazón. La fuerza obtenida al orar a Dios, sumada a los esfuerzos infatigables para acostumbrar la mente a ser más considerada y atenta, nos prepara para los deberes diarios, y preserva la paz del espíritu, bajo todas las circunstancias.— El discurso maestro de Jesucristo, cap. 4, pp. 132-135.

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