Viernes 17 de Marzo del 2017 – JUSTO A TIEMPO – Devoción matutina Damas

JUSTO A TIEMPO

“Todo lo hizo hermoso en su tiempo” (Ecl. 3:11).

Un sábado por la mañana, estaba yo sentada en la iglesia con el espíritu quebrantado. Incluso durante el sermón, me abrumaban sentimientos de depresión. No podía concentrarme en las palabras del pastor sin pensar en mis oraciones no respondidas, así que, decidí irme a mi casa. Justo en el momento en que iba a levantarme, oí al predicador decir: “Dios no nos ha prometido librarnos del valle que estamos atravesando, pero sí ha prometido acompañarnos en el trayecto”.

“Eso es”, pensé. “Estoy en el valle de la depresión”. Cuando me levanté para irme, el predicador estaba citando Filipenses 2:5: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. Si te soy sincera, a pesar de que había salido de la iglesia, no quería llegar a casa; necesitaba un paseo. Así que, me dirigí a la parte de atrás de la iglesia, para poder estar sola, pensando mientras esperaba.

Traté de memorizar Filipenses 2:5, y entonces entendí que necesitaba un nuevo “sentir” y un nuevo carácter, para salir del estado de depresión en que me encontraba. Sin embargo, un sentimiento de frustración me invadió, al recordar las muchas veces que había buscado el consejo de la Palabra de Dios y orado pidiendo ayuda para resolver mis problemas, y estos aún continuaban sin resolverse. Decidí dejar de orar, porque de todos modos no me servía de nada. Desalentada, determiné resolver las cosas por mí misma, sin ninguna intervención espiritual.

Minutos más tarde, una hermana que salía de la iglesia me ofreció llevarme a casa. Cuando esto ocurre, siempre me suelen dejar en la carretera principal, y desde ahí yo camino cinco minutos hasta mi casa. Pero ese día en particular, mi amiga me llevó directamente hasta mi puerta. Cuando salí de su automóvil, la correa de uno de mis zapatos se rompió. Justo a tiempo, pensé, estos zapatos ya cumplieron su vida útil. Me deshice de inmediato de ellos en cuanto entré a casa. Y ahí lo entendí: había estado enojada con Dios porque no había respondido a mis oraciones en el momento que yo deseaba. Sin embargo, mientras pensaba en mi zapato roto, el Espíritu Santo me ayudó a entender que Dios siempre responde en el momento justo. Sí, pensé, aún estoy en el valle. Y así como Dios impidió que tuviera que caminar a casa con el zapato roto, tampoco va a permitir que recorra el resto del camino “a casa” con una vida rota.

En nuestros momentos de mayor debilidad, podemos tener la seguridad de que Dios no nos ha olvidado, y que nos librará de la angustia en el instante preciso. Su tardanza no es una negativa, sino la afirmación de que su tiempo es siempre perfecto.

Kimasha Pauline Williams

Radio Adventista

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