ADOREMOS AL CREADOR
«Adoren al que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales». Apocalipsis 14: 7, NVI
EL DEBER DE ADORAR a Dios estriba en el hecho de que él es el Creador, y que a él es a quien todos los demás seres deben su existencia. Y cada vez que la Biblia presenta el derecho que Dios tiene a nuestra reverencia y adoración en contraposición a los dioses de los paganos, menciona las pruebas de su poder creador. […]
En el capítulo 14 del Apocalipsis se exhorta a los seres humanos a que adoren al Creador, y la profecía presenta a una clase de personas que, como resultado del triple mensaje, guardan los mandamientos de Dios. Uno de estos mandamientos señala directamente a Dios como Creador. El cuarto mandamiento declara: «Acuérdate del sábado para santificarlo. […] El séptimo día es de reposo para Jehová, tu Dios; […] porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el sábado y lo santificó» (Éxo. 20: 8-11). Respecto al sábado, el Señor dice además, que será una «señal […] para que reconozcan que yo soy el Señor su Dios» (Eze. 20: 20). […]
«La importancia del sábado, como institución conmemorativa de la creación, consiste en que recuerda siempre la verdadera razón por la cual se debe adorar a Dios», porque él es el Creador, y nosotros somos sus criaturas. «Por consiguiente, el sábado forma parte del fundamento mismo del culto divino, pues enseña esta gran verdad del modo más contundente, como no lo hace ninguna otra institución. El verdadero motivo del culto divino, no tan solo del que se tributa en el séptimo día, sino de toda adoración, reside en la distinción existente entre el Creador y sus criaturas. Este hecho capital no perderá nunca su importancia ni debe caer nunca en el olvido» (J. N. Andrews, History of the Sabbath, cap. 27). Por eso, es decir, para que esta verdad no se borrara nunca de la mente humana, Dios instituyó el sábado en el Edén y mientras el hecho de que él sea nuestro Creador siga siendo motivo para que lo adoremos, el sábado seguirá siendo una señal conmemorativa de ello. Si el sábado se hubiera observado universalmente, los pensamientos e inclinaciones de los seres humanos se habrían dirigido hacia el Creador como objeto de reverencia y adoración, y nunca habría habido un idólatra, un ateo, o un incrédulo. La observancia del sábado es señal de lealtad al verdadero Dios, «que hizo el cielo y la tierra, y el mar y las fuentes de las aguas» (Apoc. 14: 7). Resulta pues que el mensaje que nos ordena adorar a Dios y guardar sus mandamientos, nos ha de invitar especialmente a observar el cuarto mandamiento.— El conflicto de los siglos, cap. 26, pp. 432-433.