ELISABET.
ESTÉRIL POR GRACIA DE DIOS
El ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Lucas 1:13.
Si Elisabet no hubiera sido estéril, su hijo no se hubiera llamado Juan, y su nacimiento no habría coincidido con el de nuestro Salvador. Fue estéril hasta que ya era anciana, cuando Dios quiso darle el hijo que tanto pidió. Cuando nació el niño, conforme a la costumbre, los familiares querían llamarlo Zacarías, como su padre, pero el ángel ordenó que lo llamaran Juan.
Elisabet debe haberle dado gracias a Dios por su esterilidad previa, pues mientras la respuesta a sus oraciones “se tardaba”, Dios la fue preparando espiritualmente para concebir al profeta más privilegiado de todos los tiempos. Sus predecesores habían anunciado al Mesías, pero Juan dijo al mundo: “He aquí, el Cordero de Dios” (Juan 1:29), y el Salvador dijo de su primo Juan: “Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista” (Mateo 11:11).
Muchos siglos antes, Raquel fue estéril hasta que Dios quiso que naciera José, el preservador de la familia en Egipto. El tiempo de Dios no siempre es el nuestro. Elisabet aprendió una lección que nos conviene aprender también: esperar con fe. Elisabet se casó antes del cumplimiento del tiempo profético de Daniel que marcaba el advenimiento del Mesías, y Dios la esperó. Cuando su fe parecía secarse al igual que sus entrañas, Dios le concedió el hijo ansiado.
Rebeca y Raquel, también estériles y luego prolíficas, fueron para Elisabet modelos de paciencia en la espera del hijo. Y la impaciencia de la estéril Sara, quien quiso ayudarle a Dios mediante una madre sustituta, fue para Elisabet una advertencia, pues el hijo de Agar y Abraham llegó a ser enemigo del hijo de la promesa, y Elisabet no quería un conflicto familiar.
¿Eres estéril y clamas por un hijo? Piensa que los hijos son en realidad hijos de Dios, y si él quiere que tengas uno, te lo dará, pero debes educarlo para alabanza de Dios.
Desde que Cristo rogó en el Getsemaní: “Hágase tu voluntad”, todas nuestras oraciones deben terminar así, incluso las oraciones de las mujeres estériles. Sea entonces tu oración: “Señor, si quieres que yo tenga un hijo, o si no quieres que lo tenga, hágase tu voluntad”. –LC