Viernes 15 de Septiembre del 2017 – MI JARDÍN DE SANACIÓN – Devoción matutina para la mujer

MI JARDÍN DE SANACIÓN

“Jehová Dios plantó un huerto en Edén” (Gén. 2:8).

Me gusta hojear revistas de jardinería y admirar los jardines de la gente. Me’ encantan las flores, pero mi fallecido esposo era quien se ocupaba de la jardinería. Eso fue hasta que se enfermó, en octubre de 2010, y falleció el 17 de septiembre del año siguiente. Aunque estaba en duelo, me di cuenta de que la casa y el jardín necesitaban de mi atención. Y ahora, toda la responsabilidad recaía sobre mí.

Primero recorté todos los bordes, que habían crecido mucho, y luego compró lindas plantas para poner a los lados de la entrada para autos. De un lado, plante caléndulas y begonias, con pensamientos de todos los colores. Del lado opuesto a la entrada, planté más pensamientos y un tipo de margaritas africanas que tienen flores brillantes y coloridas, que abren con el sol. Todos los que pasaban o nos visitaban admiraron su belleza.

Sin embargo, mis caléndulas y pensamientos comenzaron a desaparecer, porque los caracoles las usaban como colación de medianoche. Así que, compré más pensamientos y begonias para plantar donde los caracoles habían comido hasta las raíces. El sol abrasador y el fuerte viento secaron las margaritas y los pensamientos, aunque yo los regaba todos los días. Cuantos más desafíos enfrentaba, más interesada me volvía en la jardinería. Ahora estaba invirtiendo en más plantas, bulbos y paquetes de semillas.

Elegí y planté semillas de alisos, zinnias, petunias, gazanias, gladiolos y acianos, Todas crecieron bien. Cuando compré los amarilis, también compré calas y polianthes. Creí que las polianthes nunca iban a dar señales de vida y perdí la esperanza; pensé que los quince bulbos habían muerto. Pero ahora, muchos meses después, todos tienen hojas, y una de las plantas está comenzando a brotar.

Mi hermoso jardín ha atraído abejas, mariposas y aves amistosas, que me visitan cada día para hacerme compañía. Mi jardín me bendice de tres maneras: primero, me enseña constantemente paciencia; y me alegra que Dios no se haya dado por vencido conmigo. Segundo, es una prueba viva de que sin la intervención de Dios, nada puede crecer en mí. Finalmente, este hermoso jardín me da sanación, porque aleja mi mente de la tristeza y la soledad.

Querido Dios, danos corazones receptivos a tu belleza y sanidad. Amén.

Priscilla Adonis

Radio Adventista

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