Viernes 15 de Noviembre – UNA FE NO FINGIDA I – Devocional para Damas

LOIDA

UNA FE NO FINGIDA I

Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también. 2 Timoteo 1:5.

Cierta vez, Jesús dijo de los escribas y fariseos: “Todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen” (Mateo 23:1-3). Son como “sepulcros blanqueados” (vers. 27).

Loida era la abuela de Timoteo, la madre de Eunice, y por las expresiones del apóstol, fue una mujer de fe y testimonio poderoso. Si Pablo la menciona como alguien que vivió una “fe no fingida”, es porque cuando la conoció, advirtió que Loida tenía una fe poderosa y una vida transparente, fundamentada en una experiencia real y personal con Dios.

La fe se desarrolla en una relación íntima con Jesús, pues él es “el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:2). Esa fe de la que habla la Biblia no es un mero asentimiento ni una simple confesión religiosa. Pablo la describe como “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). Por la conexión con Dios, la fe te lleva a conquistar lo inconquistable, a alcanzar lo inalcanzable, para que las obras de Dios sean hechas en ti y por medio de ti, con el propósito de glorificarlo a él.

Esa fe bíblica te mueve a “conquistar reinos, hacer justicia, alcanzar promesas, tapar bocas de leones, sofocar la violencia del fuego, escapar del filo de la espada, sacar fuerzas de la debilidad, hacerte poderosa en batalla y poner en fuga los ejércitos extranjeros” (vers. 33, 34). Ninguna de nosotras puede obtener tal convicción, excepto cuando Cristo mora en nuestro corazón. Entonces, como Loida, experimentaremos una fe auténtica, una fe tan poderosa que influya no solo en nuestros hijos sino también en las próximas generaciones, como le sucedió a Loida y a su nieto Timoteo.

Amiga, si queremos vivir de fe en fe y victoriosas para gloria de Dios, invitemos hoy a Jesús a nuestra vida, para que recibamos la justicia que nos hace justos, pues “el justo por su fe vivirá” (Habacuc 2:4). —LCh

Radio Adventista

View all contributions by