Viernes 15 de Mayo – DESIERTOS FÉRTILES – Devocional para Damas

DESIERTOS FÉRTILES

«Al segundo lo llamó Efraín, porque dijo: “Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción”» (Gén. 41:52, RV95).

Estaba frente a un hermoso manzano. No sé por qué cautivó tanto mis sentidos. Mis ojos parecían brincar de una rama a otra y me deleitaba entre tantos frutos rosados y rojizos. Nunca había visto semejante espectáculo de la naturaleza. Sus coloridas flores se mezclaban con hojas frondosas y refrescantes… Los frutos eran incontables; mordí uno de ellos. La experiencia trajo a mi mente algo que había leído tiempo atrás y que me había parecido muy interesante.

En Baréin, existe un árbol al que llaman «Árbol de la vida». Ubicado en pleno desierto árabe y rodeado de kilómetros y kilómetros de arena, allí está, este portento de la naturaleza, este árbol de un verde intenso, de largas ramas que tocan el suelo, de tronco fuerte y antiguo… Ahí lleva más de cuatrocientos años y permanece en pie. ¿De dónde extrae la humedad? No está muy claro. Cada año recibe la visita de más de cincuenta mil turistas que quieren ver cómo la vida puede crecer en medio de la nada.

Así como es sorprendente ver un enorme árbol verde en medio de un desierto, es sorprendente que un esclavo sea elevado a rango de príncipe de Egipto; que la tristeza de un calabozo sea transformada en portentosa libertad; que el recuerdo de los trabajos forzados sea renovado por el gozo de una productividad motivada; y que la soledad de un corazón lúgubre se colme de ilimitado esplendor. Ese fue el caso de José, y por eso puso a su segundo hijo por nombre «Efraín», que significa: «Doble fertilidad». Este nombre refleja la abundancia de gozo y gratitud que había en el corazón de José hacia el Dios del cielo, quien le había dado a él, un ex esclavo, un puesto de autoridad y dos hijos maravillosos.

Querida amiga, si vives en medio de la penumbra porque lo has perdido todo; si caminas en tierras de aflicción porque nunca podrás volver a ver a un hijo; si estás pasando ahora mismo por una prueba abrumadora en tu vida; recuerda a José. Al igual que este hombre de Dios, tú también puedes «fructificar en la tierra de tu aflicción» (Gén. 41:52, RV95). De ese desierto que a ti te parece solo arena y secarral, verás salir un frondoso árbol arraigado en el Señor. Ese árbol eres tú, una mujer de Dios moderna.

Radio Adventista

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