El corazón alegre es una buena medicina, pero el espíritu triste seca los huesos (Proverbios 17:22).
El 17 de abril de 2007 cambió para siempre la vida de Bobby Henline, un soldado estadounidense que cumplió su cuarta misión en Irak. Como solía hacerlo, Bobby salió a patrullar con cuatro compañeros más. Cuando menos lo esperaban, su vehículo fue impactado por una bomba de fabricación casera y salió volando por los aires. Los cuatro soldados acompañaban a Bobby murieron en el acto, pero él mejoró con vida. Sin embargo, un tercio de su cuerpo quedó completamente quemado y su brazo derecho le fue amputado.
De vuelta a casa fue recibido por su esposa y sus tres hijos, pero su vida ya había dado un giro de ciento ochenta grados. Como bien él suele decir, “una vez quemado, estás quemado para siempre”. ¿Cómo superar la tragedia? ¿Cómo encontrarle sentido a una vida cuyo rostro físico ha quedado rostizado? Bobby encontró su nueva misión en la vida: hacer reír a la gente. Mientras se hallaba en el proceso de recuperación con otros soldados heridos, Bobby alentaba a sus compañeros y les contaba chistes.
En un artículo publicado en la revista Time, este veterano de guerra declaró: “Lo que quiero hacer es ayudar a más personas de las que puede hereir el tipo que me hizo volar por los aires”.* Al dedicar su vida a ayudar y hacer reír a otros, Bobby ha encontrado la cura para las cicatrices del alma.
Bobby Henline confió y experimentó a la luz de esta promesa: “Estén contentos con lo que tienen, porque Dios ha dicho en la Biblia: ‘Nunca te dejaré desamparado” (Hebreos 13:5, TLA). Quizá lo que tenemos no es todo lo que queremos, pero es lo que muchos desearían tener. Si pudieran, tal vez los compañeros que fallaran en tan horrible accidente desearían cambiar de lugar con Bobby y, aunque con dificultades, seguirían con vida. Bobby lo entendió, y aprendió a dar la mejor versión de su rostro quemado; y esa nueva versión de él está empeñada en ayudar y hacer felices a los demás.
La experiencia de Bobby Henline es una prueba fehaciente de lo dicho por Salomón: “El corazón alegre es una buena medicina, pero el espíritu triste seca los huesos” (Proverbios 17:22). Como Bobby, seamos medicina para las heridas del alma que cargan quienes se cruzan en nuestro camino.
* “Reír después de la muerte”, Time (28 de noviembre de 2013), p. 48.