BUENOS PUERTOS
“Y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea” (Hechos 27:8).
Todos pensaban que iba a llegar, que era el mejor, el más grande e indestructible; que jamás se podría hundir. Todos lo pensaban. Pero todos se equivocaron. A las 23:40 de ese 14 de abril de 1912, el RSM Titanic (el barco más rápido y más lujoso del mundo de entonces) chocó contra un iceberg en medio del Atlántico norte, y comenzó su fatal hundimiento. Murieron alrededor de 1.500 personas de las 2.223 que viajaban allí.
En la Biblia también se menciona un naufragio. El apóstol Pablo fue el protagonista, y el doctor Lucas lo registró con detalles (tal como es su estilo) en Hechos 27.
Ese barco que atravesó el Mediterráneo colmado de cereales para vender y atestado de presos para ser entregados en Roma, está también repleto de enseñanzas para nosotros.
. Nunca viajes solo. Hechos 27:1 al 3 dice que Pablo estaba acompañado por sus colaboradores y hermanos en la fe. Ese viaje no era de placer: estaba preso (injustamente). Y en ese momento de crisis, buscó auxilio y consuelo en sus amigos.
, Nunca temas si los vientos son contrarios. Hechos 27:4 al 8 es gráfico y revelador. El barco tuvo que navegar contra la costa porque los vientos le eran contrarios (vers. 4) y a duras penas arribaron a Gnido (vers. 7). Todos queremos que el barco de nuestra vida llegue a “buen puerto” (vers. 8), pero la senda hacia allí no es fácil. Ya lo dice el refrán: “Si encuentras un camino sin obstáculos, desconfía: probablemente no te lleve a ninguna parte”. Tienes que saber que toda buena resolución en la vida espiritual acarreará, indefectiblemente, tormentas y pruebas. A veces, habrá que navegar despacio (vers. 7). La tragedia en la vida del cristiano no es avanzar despacio; la tragedia es no avanzar.
Hoy puede ser un día histórico. Recuerda las lecciones de Hechos 27, y prosigue firme y fiel hacia el puerto celestial. Con Jesús, puedes arribar a un buen puerto.
“En estos días de peligro y corrupción, los jóvenes están expuestos a muchas pruebas y tentaciones. Muchos navegan en un puerto peligroso. Necesitan un piloto, pero desdeñan aceptar la tan necesaria ayuda, porque se sienten competentes para guiar su barco y no se percatan de que está por estrellarse contra una roca oculta que puede hacer naufragar su fe y su felicidad” (Elena de White, Mensajes para los jóvenes, p. 439).