«Tras el segundo velo estaba la parte del Tabernáculo llamada el Lugar Santísimo. Allí había un incensario de oro y el arca del pacto». Hebreos 9: 3-4
ASÍ FUE COMO los que estaban estudiando ese asunto encontraron pruebas irrefutables de la existencia de un santuario en el cielo. Moisés hizo el santuario terrenal según un modelo que le fue enseñado. Pablo declara que ese modelo era el verdadero santuario que está en el cielo. Y Juan afirma que lo vio en el cielo. En el templo celestial, la morada de Dios, su trono está asentado enjuicio y en justicia. En el Lugar Santísimo está su ley, la gran regla de justicia por la cual es probada toda la humanidad. El arca, que contiene las tablas de la ley, está cubierta con el propiciatorio, ante el cual Cristo ofrece su sangre a favor del pecador.
Así se representa la unión de la justicia y de la misericordia en el plan de la redención humana. Solo la sabiduría infinita podía idear semejante unión, y solo el poder infinito podía realizarla; es una unión que llena todo el cielo de admiración y adoración. Los querubines del santuario terrenal que miraban reverentemente hacia el propiciatorio, representaban el interés con el cual las huestes celestiales contemplan la obra de redención. Es el misterio de misericordia que los ángeles desean contemplar, a saber: que Dios puede ser justo al mismo tiempo que justifica al pecador arrepentido y reanuda sus relaciones con la raza caída; que Cristo pudo humillarse para sacar a innumerables multitudes del abismo de la perdición y revestirlas con las vestiduras inmaculadas de su propia justicia, a fin de unirlas con ángeles que no cayeron jamás y permitirles vivir para siempre en la presencia de Dios.
La obra mediadora de Cristo en favor del pecador se presenta en esta hermosa profecía de Zacarías relativa a Aquel «cuyo nombre es el Renuevo». El profeta dice: «El edificará el templo de Jehová, tendrá gloria, se sentará y dominará en su trono, y el sacerdote se sentará a su lado» (Zac. 6: 12-13).
«El edificará el templo de Jehová». Por su sacrificio y su mediación, Cristo es el fundamento y el edificador de la iglesia de Dios. El apóstol Pablo le señala como «la piedra principal […]. Estamos cuidadosamente unidos en él y vamos formando un templo santo para el Señor. Por medio de él, ustedes, los gentiles, también llegan a formar parte de esa morada donde Dios vive mediante su Espíritu» (Efe. 2:20-22, NTV).- El conflicto de los siglos, cap. 24, pp. 410-411.