¿EN QUIÉN PUEDES CONFIAR?
“Por tanto, para que sean borrados sus pecados, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios, a fin de que vengan tiempos de descanso de parte del Señor” (Hech. 3:19, NVI).
Recientemente, estuve hablando con una amiga de Nueva Zelanda. Ella es directora de un proyecto de recuperación de adicciones en el que estamos trabajando juntas. Me dijo: “Cheri, Dios te ha levantado para este tiempo”. Yo le dije: “Se nos pide caminar una junto a otra en nuestra recuperación. A veces, cuando hago eso, lo hago bien, y otras veces no lo hago bien. Pero Dios es fiel”.
Dios nos llama a hablarnos las unas a las otras; a caminar al lado las unas de las otras, para que cuando una esté cayendo, otra más espiritual la pueda levantar o asirla cuando esté cayendo. No estamos aquí para ocupar el puesto de Dios en la vida de los demás. El único que es fiel y constante es él. Por lo tanto, todo elogio es para él.
Mi amiga me recordó la promesa de Dios de derramar su Espíritu sobre nosotras para que podamos trabajar junto a él, trayéndonos mutuamente hacía él en busca de curación.
El libro El conflicto de los siglos dice que a medida que trabajamos con Dios y compartimos mutuamente lo que él dice, nuestros rostros se verán “iluminados y resplandecientes” (cap. 39, p. 597). Cuando caminamos al lado de otros de esa manera, vamos a hablar de nuestras cosas con sinceridad, ofreceremos la sanidad de Dios y nuestros rostros brillarán de alegría. Y esto es así porque Dios está haciendo su parte del trabajo.
Él está levantándonos, dándonos toda clase de cosas interesantes que vienen cuando nos animamos mutuamente. Él se deleita en sanarnos y darnos su alegría. “Cuanto más claramente podamos ver que Dios está loco por nosotros, más vamos a confiar en que él siente profunda alegría en nuestra recuperación y en que él puede devolvernos el sano juicio” (Steps to Christ, Recovery edition, p. 17).
La alegría del Espíritu Santo es tan increíble, que no podremos dejar de fortalecernos mutuamente.
¡No es de extrañar que nuestros rostros estén iluminados!
Yo digo: ¡Amén! ¡Ponlo a prueba! Él puede usar a la menor de nosotras. Y no hay alarde, solo alegría.
Cheri Peters