SOLIDARIDAD
¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? Génesis 4:9.
El trato que le dimos a Cristo nos obliga a reflexionar en nuestra condición perversa. Cuando lo tomaron preso, este Profeta y Pastor, Médico y Maestro que siempre vivió rodeado de gente fue dejado solo. Nadie protestó cuando lo juzgaron, menos cuando lo mataron. No tuvo abogado. Le sobraron fiscales. Pisó solo el lagar (Isa. 63:3).
Jesús defendió a todos, pero a él nadie lo defendió. Socorrió a todos, pero a él nadie lo auxilió.
Hoy los seguidores de Jesús vivimos en vísperas de nuestra persecución. Tenemos que alzar la voz al cielo para pedir protección a Dios, y también tenemos que protestar ante la persecución de otros. No nos vaya a pasar como le ocurrió al pastor Martin Niemöller, quien escribió unas palabras de contrición porque en tiempos de los nazis dejó solos a todos los grupos que fueron proscritos y perseguidos antes que el grupo de él.
Hoy persiguen a los kurdos, pero no protestamos porque no somos kurdos; persiguen a los cristianos coptos, pero no protestamos porque somos cristianos, pero no coptos; persiguen a los evangélicos y católicos en Oriente Medio, pero no protestamos porque no somos evangélicos ni católicos. Y cuando vengan por nosotros, ¿quién protestará?
Hay un egoísmo muy grosero, el egoísmo que se exhibe en actitudes detestables, y nosotros no lo manifestamos; pero hay un egoísmo sutil, silencioso: es el egoísmo de la indiferencia, del olvido. Los judíos recluidos en campos de concentración nazi sufrieron la crueldad hitleriana, pero sufrieron más el silencio de los pueblos libres.
Señor, líbranos del pecado del silencio y la indiferencia ante los lamentos de los demás.