BENDICIONES MULTIPLICADAS
“Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová, vuestro Dios, el cual hizo maravillas con vosotros; y nunca jamás será mi pueblo avergonzado” (Joel 2:26).
Un viernes de octubre de 2010 recibí un mensaje de texto que me hundió: mi madre, quien vivía en las Filipinas, había sido hospitalizada, en estado muy grave. A las dos horas, había reservado un boleto de avión. Al volver a casa de la iglesia al día siguiente, recibí otro mensaje: mi madre había fallecido. Luego de un largo silencio, rompí en llanto, al punto de casi desmayarme. Recordé la última vez que había estado con mi madre, hacía dos años. La había visto tan feliz. Mi madre no había dejado de abrazarme y besarme. ¡Qué diferente sería esta visita!
El día del funeral no esperábamos ver a mucha gente reunida frente a la casa, pero al llegar a la iglesia vimos una larga fila de “triciclos” (taxi-motos), cargados de personas que iban a presentar sus respetos. Muchos contaron historias de cómo mi madre los había amado y ayudado. Eso llenó mi corazón.
Uno de ellos dijo: “Cuando tu madre fue llevada al hospital, algunos miembros de iglesia fuimos a visitarla y a orar por ella. Le preguntamos si estaba dispuesta a aceptar a Jesús como su Salvador personal. Todo lo que ella podía hacer como gesto afirmativo era levantar levemente su pie, y eso fue lo que hizo. Luego le preguntamos si podíamos orar por ella. Nuevamente, ella levantó su pie, con lágrimas que corrían por sus mejillas. La oración fue larga. Apenas dijimos ‘Amén’, ella dejó de respirar”. ¡Cuánta esperanza me dio esa noticia de que mi madre había entregado su vida a Jesús!
Durante el servicio en el cementerio, una señora me susurró: “No hemos preparado suficiente comida para todos los asistentes. Hemos organizado para un máximo de trescientas personas, ¡pero más de quinientas se han acercado!” Incliné mi cabeza y comencé a reclamar promesas, recordando a Dios que él había alimentado a cinco mil personas con muy poco, en una sola tarde. Cité su promesa: “Pidan, y se les dará” (Mat. 7:7, NVI). Así que, pedí y seguí pidiendo; ¡y el Señor multiplicó la comida!
Jesús es maravilloso, y volverá pronto para enjugar cada lágrima que derramamos por nuestros amados. ¡Espero el momento en que volveré a ver a mi madre!
Loida Gulaja Lehmann