Les di también mis días de reposo, los cuales él consagró para mí, para que sirvieran de seña entre nosotros y así reconocieran que yo soy el Señor (Ezequiel 20: 12).
ESTAMOS EN TIEMPOS QUE EL DÍA SÁBADO como día de reposo está fuertemente atacado. No me refiero a ninguna ley dominical, como la estamos esperando, sino que la sociedad parece correr en un loco maratón que no le permite encontrar descanso.
Hay negocios y centros comerciales que nunca dejan de trabajar. Sábados, domingos y feriados siempre están abiertos. Sus empleados descansan cuando el resto trabaja y las vacaciones las reciben en épocas que muy pocas vacacionan, porque el tiempo restante están trabajando para no perder clientes.
También hay industrias y fábricas que adoptan el mismo sistema de trabajo y bajo el sistema de «turnos rotativos», sus empleados trabajan las 24 horas del día, todos los días del año. Máquinas y equipos gigantes están creados para no parar nunca, y si por emergencia faltara la corriente eléctrica, hay generadores de alta potencia que abastecerían el consumo eléctrico para que todo marche a la perfección.
Los medios de comunicación tampoco paran. Puede alterar su programación en determinados meses del año, pero todos los días a lo largo de todo el año, la radio, la televisión, internet y los diarios mantienen a su público informado y entretenido.
Vivimos en un tiempo que se atenta contra el descanso, contra el descanso creado por Dios.
A través de un argumento preciso, Norman Gulley explica que a pesar de que el hombre pisotee el sábado y procure vivir sin descansar, el sábado sigue siendo el día de reposo por creación y por redención. «Los humanos pueden hacer muchas cosas importantes, pero ningún ser humano puede hacerse así mismo, y ningún humano puede salvarse así mismo. El sábado siguió a ambos dones, porque Cristo creó a los humanos el viernes de la creación y los redimió el viernes de la crucifixión. El primer día completo que siguió a ambas creaciones fue un sábado para celebrar la consumación de su obra y descansar de esa obra» (¡Cristo viene! Un enfoque cristocéntrico de los eventos de los últimos días , p. 366).
Hoy más que nunca, quienes guardamos el sábado, testificamos que honramos a Dios. Lo honramos como Creador y lo honramos como Redentor. Aunque el mundo ignore el descanso sabático, ¡nunca perdamos esta señal distintiva que nos une con nuestro Hacedor!