MAYORDOMOS DE LA GRACIA DE DIOS
«Pero teniendo dones que difieren, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos». Romanos 12: 6, BA
EL SEÑOR DESEA que su iglesia refleje al mundo la plenitud y la eficacia que hallamos en él. Constantemente estamos recibiendo los dones divinos, y, al impartirlos, representamos al mundo el amor y la beneficencia de Cristo. Mientras todo el cielo está en actividad, enviando mensajeros a todas partes de la tierra con el propósito de promover la obra de la redención, la iglesia del Dios viviente debería actuar como colaboradora de Jesús. Somos parte de su cuerpo, y él es la cabeza que controla todos sus miembros. En su infinita misericordia, Jesús mismo está obrando en el corazón humano, en el que realiza transformaciones tan sorprendentes que los ángeles lo observan con asombro y alegría. El mismo amor desinteresado que caracteriza al maestro se ve en el carácter y la vida de sus verdaderos seguidores. Cristo espera que seamos participantes de la naturaleza divina mientras estamos en este mundo, no solo reflejando su gloria, para la honra de Dios, sino iluminando la oscuridad de la tierra con el resplandor del cielo. De esta manera se cumplirán las palabras de Cristo: «Ustedes son la luz del mundo» (Mat. 5: 14, NVI).
«Somos colaboradores de Dios» (1 Cor. 3:9), administradores de la gracia de Dios. El conocimiento de la gracia de Dios, las verdades de su Palabra, y los dones temporales; el tiempo y los medios, el talento y la influencia, todos son otorgados por Dios y deben emplearse para su gloria y para la salvación de los demás.
Dondequiera que haya un impulso de amor y compasión, siempre que el corazón se eleva y bendice a otros, allí se revela la obra del Espíritu Santo de Dios. En las profundidades del paganismo, muchos que no tienen conocimiento de la ley escrita por Dios, que nunca han oído el nombre de Cristo, han sido amables con sus siervos, protegiéndolos y arriesgando sus propias vidas. Sus actos muestran la obra de un poder divino. El Espíritu Santo ha implantado la gracia de Cristo en el corazón de los paganos, acrecentando su compasión en contra de su naturaleza, en contra de su cultura. «La luz verdadera que, al venir al mundo, alumbra a todo hombre» (Juan 1: 9, BA), brilla en sus corazones; y si siguen esta luz, ella los guiará hacia el reino de Dios.— Review and Herald, 24 de diciembre de 1908.