SATANÁS NO PUEDE HACERNOS PECAR
«Vete, Satanás, porque escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás”». Mateo 4: 10
EL TENTADOR no puede nunca obligarnos a hacer lo malo. No puede dominar nuestra mente, a menos que se la entreguemos. La voluntad debe consentir y la fe abandonar su confianza en Cristo, antes de que Satanás pueda ejercer su poder sobre nosotros. Pero todo deseo pecaminoso que acariciamos le da un punto de apoyo. Todo detalle en que dejamos de alcanzar la norma divina es una puerta abierta por la cual él puede entrar para tentarnos y destruirnos. Y todo fracaso o derrota de nuestra parte le da ocasión de vituperar a Cristo.
Cuando Satanás citó la promesa: «A sus ángeles mandará acerca de ti», omitió las palabras: «que te guarden en todos tus caminos» (Sal. 91: 11); es decir, en todos los caminos que Dios haya elegido. Jesús se negó a salir de la senda de la obediencia. Aunque manifestaba perfecta confianza en su Padre, no quería colocarse, sin que se le ordenase, en una posición que justificara la intervención de su Padre para salvarlo de la muerte. No quería obligar a la Providencia a acudir en su auxilio, y dejar de dar al ser humano un ejemplo de confianza y sumisión.
Jesús declaró a Satanás: «Escrito está además: “No tentarás al Señor tu Dios”» (Mat. 4: 7). Estas palabras fueron dirigidas por Moisés a los hijos de Israel cuando tenían sed en el desierto, y exigieron que Moisés les diese agua, exclamando: «¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o no?» (Éxo. 17:7). Dios había obrado maravillosamente en favor suyo; sin embargo, al verse en dificultades, dudaron de él, y exigieron pruebas de que estaba con ellos. En su incredulidad, trataron de probarle. Satanás instaba a Cristo a hacer lo mismo. Ya Dios había declarado que Jesús era su Hijo; y ahora pedir pruebas de que era el Hijo de Dios era dudar de la Palabra de Dios, era tentarle. Y se podía hacer lo mismo al pedir lo que Dios no había prometido. Era manifestar desconfianza; en realidad, tentarle. No debemos presentar nuestras peticiones a Dios para probar si cumplirá su palabra, sino porque él la cumplirá; no para probar que nos ama, sino porque él nos ama. «Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a los que lo buscan» (Heb 11:6).
Pero la fe no es lo mismo que la presunción. Solo el que tenga verdadera fe se halla seguro contra la presunción. Porque la presunción es la falsificación satánica de la fe.— El Deseado de todas las gentes, cap. 13, pp. 106-107.