LA GRANJA DE CHAMPIÑONES
“Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo, los bendijo. Luego los partió y se los dio a los discípulos para que se los repartieran a la gente. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y de los pedazos que sobraron se recogieron doce canastas” (Luc. 9:16, 17, NVI).
-¡Mira lo que tengo! Mi esposo sostenía algo del tamaño de una bolsa de plástico, con “tierra” adentro. Intenté poner cara de interés: Pronto tendremos un montón de champiñones creciendo aquí. A él le gusta probar cosas nuevas; yo me inclino hacia lo conocido. Una semana después comenzaron a aparecer pequeños champiñones. Crecieron a una velocidad récord, y para cuando nos dimos cuenta eran gigantes. Mi esposo los recogió. Crecerán de nuevo -me aseguró-. Puedes hacer esto varias veces, antes de que se acaben. Tenía razón. Pero perdimos el interés, y finalmente él se deshizo de aquel “desastre”, sin la bolsa de plástico, en el bosque. Pero después de unos días de lluvia, sucedió… Miles de champiñones cubrieron el pasto entre nuestro jardín y el bosque. Hasta se “establecieron” en nuestro jardín. Nos pusimos a recogerlos, intentando hacerlo antes de que se desarrollaran las esporas. Recogimos y recogimos, y los echamos en bolsas de basura. Pero los pequeños molestos regresaron y regresaron todo el verano. Comenzamos a bromear con que teníamos una “granja de champiñones”, ¡y que tendríamos que hacer un contrato con una fábrica de sopa! Pero no nos preocupamos. Con seguridad, un frío invierno canadiense se ocuparía de ellos. Pero al año siguiente estaban de vuelta, con mucha determinación. Cuando escribo esto es octubre, y hemos recogido, cortado y aplastado champiñones todo el verano. No nos atrevimos a comerlos, porque ya se habían hecho amigos de hongos silvestres. Esto me recuerda la vez en que el Salvador, compasivo, bendijo los panes y los peces, y terminó alimentando a cinco mil hombres, más las mujeres y los niños. A menudo me pregunto cómo habrá sido. ¿Se multiplicaban cuando él ponía los pedazos en las canastas, o cuando los discípulos las pasaban? ¿Alguien vio cómo sucedía? Lo dudo. Quizá, como aquellos champiñones, los pedazos seguían saliendo y saliendo y saliendo… Es algo así como la fe. Si tenemos tan solo un grano del tamaño de una semilla de mostaza, crecerá y crecerá como un árbol, proveyendo sombra, protección y descanso. Además de la paciencia que desarrollamos durante nuestra experiencia de granja, parece que aprendimos otra buena lección.
Dawna Beausoleii