Miercoles 22 de junio – Una pequeña… Matinal jóvenes

Miercoles 22 de junio – Una pequeña…  Matinal jóvenes

«Las moscas muertas hacen heder o y corrompen el perfume del perfumista; así es una pequeña locura al que es estimado como sabio y honorable» (Eclesiastés 10: 1, RV95).

El 8 de octubre de 1871 ha pasado a la historia como un día inolvidable para la ciudad de Chicago. Esa noche un voraz incendio arrasó con ese gran centro urbano. ¿Cómo se originó dicha llamarada? No hay una versión oficial sobre lo que provocó esa inmensa tragedia.

Una de las versiones dice que todo comenzó con una vaca. ¿Una vaca? Sí, con una vaca Cuentan que la vaca estaba en su establo cuando se le ocurrió patear una lámpara de queroseno. Como el establo se hallaba repleto de paja, de inmediato se encendió. En ese tiempo, Chicago atravesaba una terrible y larga sequía y, en un abrir y cerrar de ojos, el viento extendió las llamas a los campos secos.

Otra versión asegura que todo comenzó mientras un grupo de hombres se encontraban jugando a los dados en un lugar repleto de paja. Como en ese tiempo los juegos de azar estaban prohibidos después de la puesta del sol, el grupo de amigos se refugiaba allí y jugaban alumbrados por una lámpara de gas. Esa noche un señor de apellido Cohn golpeó la lámpara, el pajar se incendió y el fuego se propagó por todas partes.

Sea cierta una u otra versión, el caso es que las llamas se extendieron hacia el norte y también hacia el sur. Como las casas eran de madera, e incluso hasta las calles estaban pavimentadas con madera de pino, literalmente las calles ardían. Los bomberos tardaron tres días en apagar las infernales llamaradas. Los resultados fueron devastadores: casi veinte mil casas, escuelas y fábricas quedaron hechas cenizas; más de trescientas personas murieron y otras cien mil lo perdieron todo.

Y todo comenzó con una simple lámpara de gas. ¡Qué gran poder de destrucción tiene el descuido de las cosas pequeñas! Un proverbio judío dice que «el que descuida las cosas pequeñas terminará en la ruina». No hay pecado pequeño. No hay transgresión insignificante. Así como una tijera pequeña puede cortar el lazo, ese pequeño error, esa «zorra pequeñita», ese simple pecado que atesoras en el corazón puede echar a arder todo en tu vida. Aléjate de esa «pequeña locura». Tú sabes a cuál me refiero.

#CuidalasCosasPequeñas #LosDetalleslmportan

Radio Adventista

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