FRANK SELVY
Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios. Romanos 3:23.
Lo que sucedió en los partidos decisivos de la Asociación Nacional de Baloncesto de los Estados Unidos, en 1962, ilustra muy bien el versículo de hoy. El 18 de abril, el equipo de los Lakers de Los Ángeles se enfrentó a los Celtics de Boston en el último encuentro de la temporada. Ambos equipos habían ganado tres partidos cada uno. El séptimo determinaría el campeonato.
La emoción y la tensión aumentaban a medida que transcurría el tiempo. Quedaban solamente 18 segundos y el tablero marcaba un empate. Los Celtics recuperaron el balón, lo lanzaron al cesto… y fallaron. Solo restaban siete segundos.
Frank Selvy recuperó el balón. ¿Podría lograr que los Lakers ganaran el partido? Se escabulló hábilmente por el lado izquierdo de la cancha. Se detuvo a unos cinco metros del cesto y lanzó el balón. Cerca de 14 mil espectadores contuvieron la respiración cuando este rebotó sobre el aro y rodó fuera de la canasta. Sonó el timbre. Los Celtics y los Lakers continuaban empatados. En los tiempos suplementarios, Boston encestó y ganó el campeonato.
Ya en los vestidores de los Lakers, Selvy se sentó aparte en una banca y contempló con tristeza los dedos de sus pies. “¡Fallé el tiro decisivo! -se lamentaba, y sacudía la cabeza-. ¡Fallé! ¡Fallé! ¡Todo estuvo listo para mí y fallé! ¡Tanto esfuerzo para nada!”
¿Alguna vez te has esforzado tanto por hacer algo bien, solo para que todo se eche a perder, al igual que le ocurrió a Frank Selvy? El perder te entristece, sobre todo cuando has puesto tanto empeño a la contienda. Tal vez has tratado de ser un buen cristiano y terminaste sintiéndote rechazado, como Frank Selvy, por tus fracasos.
El único que ha vivido en este mundo una vida sin pecado y sin mancha es Jesucristo. Todos los demás podemos intentarlo, pero siempre quedaremos cortos. Fallamos el tiro; no hay puntuación. El estar cerca no es suficiente, cuando apuntas a la vida eterna.
-¡Voy ganando! -dice Satanás, mientras fallas vez tras vez en tu intento por vencer las tentaciones- Más vale que te des por vencido. Eres un pecador, y no hay forma de que puedas encestar en el juego de la vida.
¡Ah, sí!, la verdad es que sí hay manera. Jesús está de nuestro lado; él nunca falla. Pásale el balón a él. No trates de hacerlo por tus propias fuerzas. Confíale tu juego, y ganarás.