CRISTIANOS ÍNTEGROS
«Hoy pasaré por entre tu rebaño y apartaré todas las ovejas manchadas y salpicadas de color y todas las ovejas de color oscuro, y las manchadas y salpicadas de color entre las cabras. Eso será mi salario, y la garantía de mi honradez el día de mañana» (Génesis 30: 32, 33).
JACOB sirvió a Labán, su suegro, durante 20 años. Sin embargo, el salario que percibía fue cambiado varias veces por Labán, al ver que Dios prosperaba a Jacob todos los días. Por eso, llegaron a la conclusión de que era mejor llegar a un acuerdo diferente a los anteriores. Acordaron que el salario para Jacob consistiría en darle todas las cabras y ovejas rayadas, manchadas y de piel oscura que nacieran de allí en más. Este trato sacó a relucir la honradez e integridad de Jacob.
La palabra «integridad» implica rectitud, bondad, honradez. Alguien íntegro es alguien en quien se puede confiar: una persona que hace lo que dice y que cumple sus promesas. Jacob, con el fin de ser íntegro, estaba dispuesto a depender totalmente de la providencia divina. Labán demostró su egoísmo y falta de consideración al apartar todas las cabras y ovejas manchadas y oscuras llevándolas a más de 50 kilómetros de distancia, para dejar a Jacob con pocas cabras y ovejas de un solo color y con mínimas posibilidades de tener algún salario. Sin embargo, la honradez y la integridad de Jacob lo llevaron a obtener excelentes resultados porque Dios premia la integridad de sus hijos. Al final, la fidelidad de Jacob le redituó en prosperidad.
La avaricia y el egoísmo oscurecen la mente y bloquean el entendimiento para discernir la voluntad de Dios. A lo largo de la Biblia, y especialmente en las enseñanzas de Jesús, se afirma que en la fidelidad en los detalles y en aquellas que parecen nimiedades radica el secreto no solamente de la vida cristiana, sino también del éxito. A aquel que es fiel en lo poco, se le confían cosas mayores. Quien es fiel en la administración de los bienes ajenos, pronto llegará a administrar los suyos. Pero el mayordomo deshonesto pronto ve su ruina. «Nadie que sea deshonesto con Dios o con sus semejantes puede prosperar» (E. G. White, Consejos sobre mayordomía Cristiana, pág. 82).
De esta manera, la honradez y la integridad son valores morales que nos capacitan no solamente para el cielo, sino también para la prosperidad terrenal. Una persona íntegra es aquella que siempre hace lo correcto, su máximo interés es agradar a Dios, actuando de acuerdo a la disposición divina. Hoy, oremos pidiendo a nuestro Dios que nos haga personas honradas, honestas e íntegras.