Acercarse sigilosamente
“Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar” (1 Ped. 5: 8).
Cuando era niña, solía escuchar la expresión “Acercarse sigilosamente a alguien”, sin tener idea de lo que significaba. Pero al crecer comencé a entender, al reflexionar sobre cómo las cosas suceden lentamente. Las fechas límite se acercan sigilosamente a nosotros cuando tenemos demasiado que hacer y no estamos organizando bien el tiempo. Las personas se acercan sigilosamente a nosotros cuando no estamos prestando atención o no sabemos que están cerca, hasta que saltan y nos dan un terrible susto. Los gatos prácticamente se arrastran por el piso hacia su presa, acercándose sigilosa y lentamente, para luego saltar sobre la presa cuando están lo suficientemente cerca. La enfermedad se acerca sigilosamente cuando no prestamos atención a las pequeñas señales que nos dicen que hay algún problema que debemos solucionar, hasta que un día tenemos un problema de salud que enfrentar. La vejez se acerca sigilosamente cuando estamos tan ocupados disfrutando de la vida que los años pasan y pasan, y ya no somos jóvenes.
Para mí, no hay nada positivo en “acercarse sigilosamente”. En esta situación, alguien o algo siempre están entrometiéndose en nuestro espacio o tiempo, acechando lenta y cuidadosamente y, en algún momento, tenemos que tratar con las consecuencias o las implicaciones de nuestra ignorancia o falta de atención. Por supuesto que cuando alguien se nos acerca sigilosamente nos desconcierta, o incluso nos sorprende. Pero, si hubiéramos estado prestando más atención, no tendríamos razón para lamentar el resultado.
Cuán cierto es esto acerca de Satanás, quien se acerca sigilosamente a nosotros; nunca con una propuesta directa, sino acercándose muy lentamente, trabajando en cada mínimo detalle sobre lo que hará cuando finalmente se presente ante nosotros. Mientras tanto, sin darnos cuenta de su presencia o de sus estrategias para derrotarnos, seguimos viviendo nuestras vidas inocentemente. Entonces, un día él aparece y, como si nunca hubiéramos sabido quién es y de qué es capaz, caemos presa de sus engaños. Si hubiera saltado hacia nosotros en lugar de acercarse sigilosamente, hubiéramos sido conscientes de sus estrategias diabólicas para engañarnos y hacernos avanzar por caminos que llevan nuestra vida al pecado y la ruina. Siendo sabias, nos habríamos librado de las garras del adversario antes de que esto sucediera.
En el versículo de hoy, Dios nos dice que el diablo ronda buscando devorar a alguien. ¡No permitas que ese alguien seas tú!
IRIS L. KITCHING