“Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer” (Lucas 4:16).
El viernes terminaba con lluvia; mi pierna, hinchada por la mordida de un perro; mis cajas, llenas de libros que aún debía vender; y muchas preguntas sin responder. Creía que Dios tenía un propósito en medio de los cambios repentinos de planes que hacían que ese sábado lo recibiera así. Pero me quedaba esperar.
A la mañana siguiente fui a la iglesia, y a la tarde emprendí mi trabajosa marcha hacia el hospital para consultar en la guardia por mi herida. Me atendieron rápidamente. La tarde estaba lluviosa, ventosa y fría. Como faltaba poco para la reunión de jóvenes en la iglesia, decidí quedarme en el hospital para resguardarme del mal tiempo y leer cómoda en algún asiento.
El hospital estaba vacío. En la sala de espera solo había un guardia de seguridad: Diego.
Comencé a orar por él, me senté, abrí mi Biblia y empecé a leer.
“¡Qué raro ver a alguien de tu edad leyendo la Biblia!”, lo escuché decir después de unos minutos. Es una de mis frases favoritas; mi objetivo se había cumplido.
“¿Qué estás leyendo?”, preguntó. Estaba leyendo uno de los milagros de Jesús en sábado. Le comenté lo que me había pasado y le dije que estaba recordando cómo Jesús muchas veces hizo el bien en sábado. También le dije, intencional pero sutilmente, que estaba dejando pasar el tiempo hasta la hora de ir a la iglesia.
“¿A la iglesia? ¿En sábado?” Otra vez sonreí para mis adentros. Conversamos un rato, leímos algunos versículos juntos (entre ellos, el de hoy), compartimos problemas y pedidos de oración. Él anotó varias referencias en la tapa del libro misionero que le regalé y quedó con mucha intriga. Quería conocer más a Dios.
Llegó la hora de irme, pero él pudo dedicar el resto de su tarde de guardia a leer tranquilo en el hospital vacío.
Diego fue la respuesta a mi oración de ese viernes de noche lleno de incertidumbre. Así como Dios respondió mi oración aquel día, vino muchos años antes a responder a las profecías sobre él, y también responderá tus súplicas hoy, en la medida que lo busques y pases tiempo con él. Seguramente después te presentará a algún “Diego” para que le hables de él.