ÁNGELA
«¿Y cómo van a anunciar el mensaje, si no son enviados? Como dice la Escritura: “¡Qué hermosa es la llegada de los que traen buenas noticias!”» (Rom. 10:15).
Se han publicado gran cantidad de biografías, tanto en libros como en películas y documentales, pero pocas me han conmovido tanto como la historia de Ángela, una mujer de carne y hueso de la que probablemente nadie nunca publique nada. Al menos, en estas páginas, quedará una breve reseña biográfica de este ser excepcional.
Ángela es una misionera de corazón que hoy tiene más de ochenta años. Vive en Costa Rica con su esposo, que fue ministro de la Palabra. A lo largo de su vida, Ángela dio constantes muestras de ser una hija de Dios con una fe inamovible, y cuando llegó la hora de la prueba, su fe no falló. Es fácil ser una cristiana alegre, agradecida y vitalista cuando nos sentimos en victoria y la vida va a nuestro favor. Qué fácil es entonces sonreír, dar gracias y creer haber alcanzado la felicidad. Pero ¿qué sucede cuando la enfermedad llama a la puerta? Para Ángela, no sucedió nada diferente a lo que sucedía en sus días buenos.
Ella pasó algunos años de su vida enferma, de hospital en hospital, combatiendo un cáncer de estómago. Una vez extirpado quirúrgicamente el tumor, recibió frecuentes tratamientos de diálisis que afectaron a sus riñones. Sin embargo, cada día ella se ponía en pie y se decía a sí misma: «Tengo que ir al otro pabellón; me faltan ocho camas a cuyos pacientes aún no les he hablado de Jesús». Con una gran sonrisa en los labios, como quien no tiene dolencia alguna, Ángela partía con una misión.
Una noche, tras haberla operado de emergencia, su médico comentó: «Me voy; mañana, cuando regrese, ella no estará con vida». Al día siguiente, Ángela estaba allí, esperándolo con una sonrisa en los labios y lista para predicarle de nuevo. En muchas ocasiones le había hablado de Dios y él le había dicho: «Yo no creo que exista Dios». Pero ese día en que esperaba encontrarla muerta, le dijo: «Hoy sí creo que Dios existe».
Si Ángela pudo alabar a Dios en medio de la más dura prueba de la vida, tú también puedes. Y, a través de tu poderoso testimonio de confianza en Dios, muchas personas podrán ver por primera vez qué significa exactamente ser cristiana. Para esas personas, tú puedes ser la Ángela en su camino.