CUANDO DIOS SOSTUVO MI MANO
“Porque yo soy el Señor tu Dios, que sostiene tu mano derecha; yo soy quien te dice: ‘No temas, yo te ayudaré’” (Isa. 41: 13).
Esperaba junto con mi suegra en la sala de espera de cirugía del hospital. Estaba muy nerviosa. Unos minutos antes, me había despedido de mi esposo y orado con él por última vez, antes de que desapareciera por las puertas, para una intervención hepática. Solo dos meses antes, a los 38 años, le habían diagnosticado a mi querido esposo cáncer de colon en etapa cuatro. Ya había pasado por una cirugía de colon de emergencia hacía 18 meses y el estrés de la situación me estaba afectando. Teníamos un hijo de doce meses que amar y cuidar, y estaba profundamente preocupada por mi esposo. Desde la cirugía de colon, el cáncer se había propagado a dos lugares en su hígado, y el oncólogo recomendó operar para extirpar el cáncer. Nos habían explicado que la cirugía tardaría entre cinco y siete horas.
Justo entonces, oí que me llamaban por altavoz. Mi suegra y yo fuimos rápidamente al escritorio, donde nos dijeron que el médico quería hablar con nosotras en la sala privada de conferencias. Miré mi reloj. ¡Solo habían pasado cuatro horas! Entonces, recordé que el cirujano nos había dicho que, si el cáncer se había expandido a otras partes de su abdomen, no podrían extirparlo. Tendrían que cerrarlo y comenzar con quimioterapia. ¿Por qué nos llamaban a la sala de conferencias privada? Había visto a otros cirujanos venir y hablar con los familiares allí mismo, en la sala de espera. Con seguridad había ocurrido algo terrible. ¿Por qué otra razón la cirugía habría sido tan corta?
Los pasos del médico interrumpieron mis pensamientos deprimentes. La cirugía había sido un éxito. El cáncer no se había propagado y pudieron sacarlo todo. ¡Mi esposo estaba en recuperación y estaba bien!
La paz inundó mi alma y lágrimas de alivio corrían por mis mejillas. Dios había estado conmigo todo el tiempo, sosteniendo mi mano. Él solo quería que confiara en él y que tuviera paz aun sin poder ver o entender. Él quería que confiara y que descansara en sus brazos de amor. Sabía que todavía tendríamos grandes desafíos por delante, pero también sabía que Dios estaría allí, sosteniendo mi mano. “Cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza” (Sal. 56.3).
TAMMY SOMMER