EVA MADRE DE TODOS – 2
Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto. Génesis 1:31.
El Edén florecía en la tierra. Adán y Eva tenían libre acceso al árbol de la vida. Ninguna mácula de pecado o sombra de muerte desfiguraba la hermosa creación. “Alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios” (Job 38:7).
Nuestros primeros padres, a pesar de que fueron creados inocentes y santos, no fueron colocados fuera del alcance del pecado…
Los ángeles habían prevenido a Eva que tuviese cuidado de no separarse de su esposo mientras este estaba ocupado en su trabajo cotidiano en el huerto; estando con él correría menos peligro de caer en la tentación que estando sola. Pero distraída en sus agradables labores, inconscientemente se alejó del lado de su esposo… muy pronto se encontró extasiada, mirando con curiosidad y admiración el árbol prohibido. El fruto era bello, y se preguntaba por qué Dios se lo había vedado. Esta fue la oportunidad de Satanás… El tentador afirmó que jamás llegaría a cumplirse la divina advertencia; que les fue hecha meramente para intimidarlos.
Eva creyó realmente las palabras de Satanás, pero esta creencia no la salvó de la pena del pecado. No creyó en las palabras de Dios, y esto la condujo a su caída. En el juicio final, los hombres no serán condenados porque creyeron concienzudamente una mentira, sino porque no creyeron la verdad, porque descuidaron la oportunidad de aprender la verdad…
Una expresión de tristeza cubrió el rostro de Adán… [Pero] resolvió compartir la suerte de Eva; si ella debía morir, él moriría con ella…
Si Adán y Eva no hubieran desobedecido a su Creador; si hubiesen permanecido en la senda de la perfecta rectitud, hubieran conocido y entendido a Dios. Pero cuando escucharon la voz del tentador y pecaron contra Dios, la luz de las vestiduras de inocencia celestial se separó de ellos. En su lugar, fueron rodeados del oscuro manto de la ignorancia de Dios. La luz clara y perfecta que hasta entonces los había rodeado, había iluminado cada cosa a la que ellos se acercaban; pero privados de esa luz celestial, los descendientes de Adán ya no pudieron percibir el carácter de Dios en sus obras creadas. – Elena G. de White, HD, 20-22