Sábado 4 de Junio – Lo que adoramos nos transforma – Matinal Damas

“Y los que hacen ídolos son iguales a ellos, como también todos los que confían en ellos” (Sal. 135:18, NTV).

¿Y por qué Dios no permite que tengamos ídolos? Porque adorar nos transforma. Aquello a lo que le des más valor en tu vida te moldeará a su semejanza y cambiará la manera en que te relacionas con los demás. “Quienes adoran al dinero se definirá progresivamente en términos económicos”, escribe Tom Wright en Sorprendido por la esperanza(Sorprendido por la esperanza), “y tratan a los demás, cada vez más, como acreedores, deudores, socios o clientes, en lugar de seres humanos. que adorarán al sexo se definirá progresivamente en términos sexuales (sus preferencias, sus prácticas, sus experiencias pasadas) y tratarán a los demás, cada vez más, como esos objetos sexuales, reales o potenciales. Quienes adoran el poder se definirán en estos términos y tratarán a los demás como colaboradores, competidores o peones”. Dios nos creó a su imagen, pero la idolatría nos vuelve similares a la imagen de nuestros ídolos. Lo que adoramos nos transforma.

La adicción al trabajo es una forma de idolatría que generalmente toleramos e inclusive promovemos. Por supuesto, ser trabajadores es importante. Sin embargo, el trabajo puede volverse insalubre si nuestra identidad está en juego. Ya sea como esposa o como madre a cargo del hogar, como profesional en una compañía multinacional, o ambas, presta atención a tu relación con el trabajo. ¿Estás trabajando para ganar la aprobación y el aplauso de los demás? ¿Son la productividad y la eficiencia los valores fundamentales de tu vida? ¿Estás arriesgando tu salud por hacer más cosas? Si el trabajo es tu ídolo, te transformará en alguien a su imagen. Te hará creer que tu valor viene de lo que produce, y no de quién eres en Cristo.

El autor Paul Miller cuenta como una crisis familiar lo llevó a dejar de trabajar por un tiempo ya reevaluar su vida. Una de sus epifanías, durante este tiempo de reflexión, fue comprender la “ineficiencia del amor”: “El amor verdadero y desinteresado no es eficiente. No puede serlo, porque el amor se trata de las personas, y las personas no son máquinas. No pueden ser programados para satisfacer nuestras necesidades”. Amar a los demás no siempre es eficiente, en el sentido industrial de la palabra, muchas veces requiere que desaceleremos nuestra vida, para estar presentes y atentas.

Señor, solo quiero adorarte a ti. Adorar la eficiencia hace que me pierda de amar a las personas ya las etapas de mi vida que considero “improductivas”. El verdadero amor se basa en la gracia haber y no en la eficiencia, en sido creado a tu imagen y ser tus hijas.

Radio Adventista

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