“El prudente ve el peligro y lo evita; el imprudente sigue adelante y sufre el daño” (Prov. 22:3).
El sexto sentido femenino es un concepto popular que casi nadie pone en duda. Se define como la capacidad que tiene la mujer para evaluar con rapidez una situación y la gesticulación de las personas, a fin de interpretar sentimientos y emociones. El versículo de hoy parece dar la razón a lo anterior: la persona prudente intuye, ve el peligro a simple vista y con anterioridad, y lo evita.
Si las mujeres somos poseedoras de este peculiar sentido, estamos en ventaja con respecto a nuestra respuesta al peligro. Los sentidos, los valores morales y los espirituales suelen ser los componentes centrales de esta forma de percepción. Las damas somos muy sensibles a las palabras, a las miradas y a las actitudes que observamos en los demás; somos capaces de darnos cuenta de cuándo una conversación con un varón, que es esposo o novio de otra mujer, nos pone al borde del acantilado del pecado. “La capacidad sensorial de la mujer le proporciona una excepcional ventaja perceptiva en sus relaciones” (Arnaiz, 2018).
Dios nos invita, nos persuade y nos recomienda ser prudentes. No nos hagamos partícipes de desastres familiares donde nadie gana y todos pierden. Pide a Dios que agudice tu sentido de la percepción cuando sientas que el mal ronda a tu alrededor y te acecha; apártate del mal y no te transformes en un obstáculo para ti misma. Si eres víctima de acoso, o estás siendo entrampada en una relación ilícita, no generes murmuraciones; solo levanta la voz en privado y di “basta”.
La mujer imprudente juega con el pecado, con lo ilícito y con lo prohibido; tarde o temprano caerá en su propia trampa y se verá rebasada por sus acciones equivocadas. Recuerda: eres mujer y eres hija de Dios, y él desea que tengas una conciencia limpia y sin culpa que te provea un sueño tranquilo, sin remordimientos ni sobresaltos. Confía en tu sexto sentido y actúa en dirección contraria al peligro. Si por alguna razón pones en duda tu sexto sentido, no te preocupes, acude al Espíritu Santo y escucha su voz. Él será siempre tu mejor guía.