Sábado 30 de Mayo – GLENN CUNNINCHAM – Devocional para Jóvenes

GLENN CUNNINCHAM

Tal vez crees que puedes condenar a tales individuos, pero tu maldad es igual que la de ellos, ¡y no tienes ninguna excusa! Cuando dices que son perversos y merecen ser castigados, te condenas a ti mismo porque tú, que juzgas a otros, también practicas las mismas cosas. Romanos 2:1.

-¡Papi, mira a aquel hombre tan chistoso allá abajo! -decía una niñita a su padre desde los asientos más altos del estadio mientras señalaba a uno de los competidores que se hallaban en la línea de partida.

Mientras los demás esperaban tranquilamente que se los llamara para la salida, este saltaba y se movía en todas direcciones.

-¡Ese es Glenn Cunningham, el payaso! -le respondió su papá-. A todo esto, ¿quién se está creyendo que es?

-Lo llaman el Volador de Kansas -dijo otro de los observadores- Pero yo diría que es el payaso de Kansas.

-¡Muy bien, Cunningham, ya te vimos! -le gritaban otros-. ¡Buu! ¡Buu!

Lo que los espectadores que lo abucheaban no podían ver eran las horribles cicatrices que tenía en las piernas el corredor. Siendo que el tejido de la cicatriz era tan profundo, Glenn no podía precalentar como lo hacían los demás participantes. Tenía que hacer estos ejercicios dolorosos a fin de que las piernas le respondieran durante la carrera.

Cuando Glenn Cunningham era niño, había quedado atrapado por el fuego en una escuelita rural. Antes que pudiera ser rescatado, había sufrido quemaduras muy profundas. Durante los días angustiosos que siguieron, su familia y sus amigos pensaban que moriría. Estuvo confinado en cama casi un año. Cuando al fin sanaron sus heridas, los médicos aseguraron que no volvería a caminar.

Pero Glenn Cunningham era un muchacho muy valiente. Se bajó de la cama y, cojeando dolorosamente, empezó a caminar por toda la finca de su padre. Se impuso ese desafío, y llegó a correr. Lo llamaban el Volador de Kansas porque podía correr 1,6 km en cuatro minutos y cuatro segundos. Lo que la mayoría de las personas ignoraba era que cada carrera en la cual participaba Glenn constituía para él un verdadero desafío, dada la experiencia dolorosa a la cual se sometía cuando ponía a circular la sangre por los tejidos dañados de sus piernas.

En realidad, los espectadores se condenaban a sí mismos cuando se mofaban de Glenn. Demostraban su ignorancia y falta de humanidad. Por su parte, los que conocían a Glenn lo aclamaban por su valentía extraordinaria.

¿Alguna vez has pensado que cuando señalas a una persona con el dedo, tres dedos te señalan a ti? No puedo imaginar a Jesucristo señalando y burlándose de alguien, ¿y tú?

Radio Adventista

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