El consumismo — 2
“Todos los días se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos con alegría y sencillez de corazón” (Hech. 2:46).
Estudios llevados a cabo en la Universidad Emory de Georgia, en los Estados Unidos, han demostrado que el consumismo es adictivo. Cuando compramos un producto cuya adquisición hemos anticipado, nuestro cerebro libera una sustancia química que se llama dopamina, que nos hace sentirnos bien inmediatamente. Esa sensación de recompensa inmediata genera adicción, y nos lleva a necesitar de nuevo recibir ese estímulo positivo. Como sucede con todas las adicciones, se va generando tolerancia a lo que causa la adicción, lo que equivale a decir que necesitamos cada vez un estímulo más fuerte para llenar el vacío que se siente sin esa recompensa. Por eso, cada vez compramos más (incluso a costa de endeudarnos, como vimos ayer), y la conducta consumista se va haciendo más fuerte en nosotras, porque es adictiva. Y, como si se tratara de cualquier otra adicción, hemos de romper el círculo cuanto antes para que los estragos sean los menos posibles.
Como mujeres cristianas, hemos de huir de todo tipo de adicciones, no solo de las químicas, porque nuestra voluntad ha de estar al servicio de Dios, y no de un apetito desmedido por tener, aparentar o consumir. Una forma de liberarnos de esa adicción a las compras es enfocar nuestra mente en las cosas sencillas de la vida. Vivir con sencillez es uno de los llamados del evangelio, y es totalmente posible de lograr. Si echamos un vistazo a la iglesia primitiva veremos que, en los tiempos de los apóstoles, la gente vivía el cristianismo con alegría y sencillez.
¿Sabes cuál era la clave? Que “todos los días se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y eran estimados por todos” (Hech. 2:46-47). No perdían el tiempo en los centros comerciales, pues entendían que el lugar de culto no era ese, sino el templo; no se detenían ante vitrinas llamativas; no andaban pendientes de quién tenía más o quién se vestía mejor, sino de quién podía ser añadido a las filas de Cristo; no daban la prioridad a comprar sino a adorar a Dios; no creían en el individualismo, sino en compartir con todos lo mucho o poco que tenían.
Querida amiga, disfruta las cosas sencillas: la sonrisa de un niño, el sol de la mañana, el olor de una rosa…
DEVOCIÓN MATUTINA PARA DAMAS 2020
UN DÍA A LA VEZ
Patricia Muñoz Bertozzi