El examen olvidado
“Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia” (Prov. 3: 5).
Estaba terminando mi primer semestre en el Monroe College, y tenía mucho para hacer: había que entregar trabajos prácticos, tenía que rendir exámenes parciales, y faltaba poco para el examen final. Recuerdo a la perfección el 3 de marzo: el día de mi examen final de empresariado.
Nos habían avisado la fecha con dos semanas de anticipación. Nos habían dado un caso práctico sobre el cual estaría basado el examen. Pero estaba tan ocupada preparándome para los exámenes de otras materias y tratando de terminar los trabajos finales que esas dos semanas pasaron mucho más rápido de lo que me había imaginado. Para empeorar las cosas, una semana antes del examen le di mis apuntes al profesor, porque quería una segunda opinión sobre mi trabajo final, y olvidé que había anotado allí la fecha.
El día que me devolvió los apuntes, ¡era el día del examen! Para mi sorpresa, me había olvidado de eso por completo. No podía creer que esto estuviera sucediendo. Me sentía petrificada, decepcionada y totalmente molesta por haberme olvidado del examen. Lo primero que vino a mi mente fue: ¡Voy a reprobar! Sin embargo, luego de calmarme un poco, también recordé que me había olvidado de que hay Alguien mucho más grande que la prueba que tenía por delante.
Antes de comenzar elevé una rápida oración, reclamando la promesa de Dios de que “la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve” (Heb. 11: 1). La primera respuesta a mi oración ferviente fue que pudimos usar el caso práctico que nos habían dado mientras completábamos el examen. Hice el examen confiando en que Dios me daba la sabiduría y el entendimiento para hacer lo mejor que podía. También, lo hice creyendo que mi Dios siempre está a tiempo, y es capaz de realizar milagros cuando dependemos completamente en él.
Salí del aula con una sonrisa en mi rostro, segura de que había aprobado mi examen de empresariado. Debo decir que el Dios a quien sirvo es un Dios amante, y siempre está escuchando los pedidos de sus hijos. Digo esto, porque aprobé con un increíble 96%. ¡Gracias, Jesús!
Me pregunté a mí misma: ¿Realmente merecía una nota tan alta? Doy toda la alabanza a mi Dios. Él ha prometido proveer para las necesidades de sus hijos de acuerdo con su voluntad; e hizo exactamente eso por mí.
AMANDA ANY ISLES