El egoísta sólo piensa en sí mismo, y se entromete en cualquier asunto (Proverbios 18:1).
LLEGUÉ AL HOGAR DE SUS PADRES y luego de un breve diálogo les preguntaron la nueva dirección de su hijo. Necesitaba hablar con ese joven que poco tiempo atrás se había casado y ya no vivía allí. Me dieron el teléfono y la dirección, y antes de despedirme, el padre me pidió: «Pastor, dígale a mi hijo que no se olvide que tiene un padre. Desde que se hizo, vino solo una vez». El mensaje quedó en mi corazón y estaba resuelto a dárselo a ese hijo cuando viera la oportunidad.
Al llegar al hogar del joven hijo conversé con él y con su esposa sobre diversos temas relacionados con la iglesia. Al terminar, les pregunte si tienen alguna consulta como matrimonio o si tienen algun pedido de oracion. Fue ella quien habló y me dijo: «Pastor, necesito que ore por mí, porque no logro perdonar a mi suegro. Él siempre fue un hombre entrometido y durante el noviazgo tuvimos que soportar muchas de sus indiscreciones, pero ahora no estamos dispuestos. Intentamos mostrarle nuestro punto de vista para que, entre razón, pero parece no entender». Luego de escuchar el pedido de oración los aconsejé en relación con el perdón, oramos y me despedí.
Mientras volvía a mi hogar conduciendo mi vehículo pensé: «Ese padre que reclama visita no se da cuenta que está cosechando lo que sembró. Pero, ¿cómo le digo que no lo visiten por ser entrometido?». Jamás pude decirle a ese padre lo que su nuera y su hijo pensaban de él.
Si bien a lo largo del libro de Proverbios hay diferentes consejos para no entrarmeterse en lo ajeno, hay muchas personas que no pueden llevar a la práctica. Estuvieron tan habituados a dar su opinión cuando no se lo pidieron o sencillamente a emitir juicios despectivos sobre aspectos de la vida de otros, que tarde o temprano se los excluyeron de conversaciones, almuerzos o visitas.
El consejo dado en las Escrituras es para que las familias puedan permanecer unidas, así como Dios lo planeó en el Edén antes de la entrada del pecado. Dios no desea que los padres provoquen a sus hijos con comentarios hirientes ni tampoco que los hijos se olviden de ellos cuando formen su propia familia. Si cada integrante de la familia estuviera abierto al diálogo, a aceptar sus propios errores ya procurar cambiar con la ayuda de Dios, habría menos personas solitarias y más familias felices.
En esta mañana antes de realizar tus quehaceres cotidianos, ¿por qué no aprovechas a orar por la unidad de tu familia?