Sabado 28 de abril “No más cicatrices” Devocional para Adultos

No más cicatrices

«Esconde tu rostro de mis pecados y borra todas mis maldades» (Salmos 51: 9).

EL PECADO deja todo tipo de cicatrices; ya sea en el cuerpo, en la mente, en los sentimientos o la conciencia. El alcohol y el tabaco dejan cicatrices. Las drogas dejan cicatrices terribles. El abuso sexual deja marcas invisibles. Pero hay un Dios en los cielos capaz de quitar toda mancha, todo rastro que deja el pecado. No importa cuánto tiempo hayamos estado perdidos en el mal camino. Si clamamos a Dios en busca de auxilio, él nos escuchará. Él oye toda súplica sincera, cuando está llena de un anhelo profundo por hallar gracia ante sus ojos.

Un famoso artista pintó un cuadro que representaba la inocencia. Un niño llamado Rupert le sirvió de modelo. Lo pintó orando de rodillas al lado de su madre. Las palmas de sus manos estaban apretadas en posición de oración, sus mejillas rosadas atestiguaban su salud perfecta. Elevaba sus ojos azules con una expresión de devoción y paz. El pintor quedó tan satisfecho con el cuadro, que lo colgó en su cuarto de estudio. Pasaron los años y el artista, ya anciano, quiso pintar otro cuadro, ahora que expresara el crimen. Así que visitó algunas cárceles y, en un calabozo sucio, encontró a un criminal al que llamaban «Randall». Estaba sujeto a cadenas. Su cuerpo gastado, sus mejillas caídas y sus ojos hundidos reflejaban la angustia y el vicio.

El pintor pidió permiso al jefe de la cárcel para llevarlo un día a su estudio para que le sirviera de modelo para el cuadro. Le concedieron el permiso, y un guardia condujo al preso hasta el estudio del pintor. Cuando Randall estaba en el estudio, se fijó en el cuadro que reflejaba la inocencia. Vio el rostro de aquella mujer que estrechaba con sus manos al tierno niño y, de pronto, estalló en llanto. El pintor se detuvo por un momento y le preguntó la razón de su desconsuelo. El prisionero, señalando a la mujer, dijo:

—¡Es mi madre! Yo soy ese niño inocente que usted pintó hace varios años. El pecado y el vicio me han transformado. El pecado ha arruinado mi vida, y por eso reflejo crimen y miseria.

Si el pecado ha dejado cicatrices en tu vida, pídele a Dios que las borre totalmente, porque solamente él puede. Oremos para tener una vida nueva en Cristo Jesús.

Radio Adventista

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