SALVADO POR UN DESCONOCIDO
“El ángel de Jehová acampa alrededor de los que lo temen y los defiende” (Sal. 34:7).
Howard, mi hermano de cuatro años, y yo, casi nos ahogamos en Bermuda. Yo, la mayor de nueve hermanos, tenía entonces 16 años.
Una tarde de verano de 1945, mi madre decidió llevarnos a los nueve a nadar. Vivíamos cerca de la costa, y yo ayudaba a mamá con los más pequeños. Al llegar, mis cuatro hermanos mayores se dirigieron inmediatamente al trampolín desde el cual les gustaba saltar.
Mi mamá y yo estábamos con mis cuatro hermanos menores. Luego de ayudar a mamá a llevarlos a la parte menos profunda, decidí nadar un poco más lejos. Salté al agua y nadé hacia un caballero que estaba en su bote, pescando. De repente, escuché la voz de un hombre gritar: “¡Mira el niño!” Me di vuelta, y vi que se trataba de mi hermano menor, Howard.
Me había seguido sin que yo lo supiera, se había quedado sin fuerzas, ¡y se estaba ahogando! Llegué a él justo a tiempo. Sin embargo, él me tomó del cuello y ambos nos estábamos ahogando. Al salir a la superficie en busca de aire, grité pidiendo ayuda, y volvimos a hundirnos. Sentí una mano más fuerte que la mía que tomaba a mi hermano y lo sacaba del agua.
Luego, el hombre me sacó a mí. Más tarde, supimos que el hombre que nos había salvado era el Sr. Corbel, un oficial de la Fuerza Naval de los Estados Unidos. Dijo que estaba pasando por allí y vio a mi madre con sus nueve hijos. Decidió detenerse y observarnos. Se sentó no muy lejos de donde estábamos; lo suficientemente cerca como para rescatarnos.
Mi padre, que estaba en la Naval, estaba tan agradecido que escribió una carta a su comandante agradeciéndole por habernos salvado. Sé que Dios usó al Sr. Corbel y que fuimos salvados con un propósito. Hoy, mi hermano Howard tiene 73 años, está casado y tiene tres hijos y ocho nietos. Es un miembro activo de su iglesia, y sirve de varias formas diferentes.
Al escribir esto, yo estoy cumpliendo 85 años. Sé que mi propósito, en este punto de mi vida, es compartir mi fe con mi familia y con los residentes del centro de rehabilitación en el que ahora vivo. Agradezco a Dios por habernos salvado ese día inolvidable hace tantos años. Acuérdate de agradecerle por haberte salvado a ti.
Víolet Crockwell Wilson