TORMENTAS DE VIDA
“El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes pastos me hace descansar. Junto a tranquilas aguas me conduce” (Sal. 23: 1, 2).
Era una tarde ventosa de agosto, cuando una fuerte tormenta pasó por Kingston, Jamaica. El día había sido caluroso y húmedo, con cortos períodos de viento y llovizna. Se podía ver personas mirando cómo se formaban las nubes de tormenta en el cielo. Los ganaderos se aseguraron de que sus animales estuvieran resguardados, por si la tormenta llegaba durante la noche. Algunas personas pusieron ollas y baldes para juntar agua de lluvia, a fin de que hubiera agua limpia durante y luego de la tormenta. Los agricultores recogieron todos los vegetales posibles, dispuestos a evitar una pérdida completa. En esa noche en particular, se guardaron muchos kilos de vegetales y otros alimentos en grandes graneros, para ayudar a familias que podrían no tener comida durante y luego de la tormenta.
Repentinamente, a las siete de la tarde, los truenos comenzaron a retumbar y los relámpagos a brillar. Las personas corrían en todas direcciones, para llegar a sus casas. Rose, una niña de diez años que había plantado semillas para un proyecto de ciencias, las cubrió con una tina muy pesada, antes de correr a la habitación de su abuela, donde se cubrió la cabeza con almohadas, porque temía a los truenos y los relámpagos. Y todos en el pueblo aseguraron las puertas. La niñita no lo sabía, pero la pesada tina que protegía las semillas también les dio el calor que necesitaban para crecer.
Así sucede con nosotros, como cristianos, cuando nos cubre la calidez de la oración y la devoción. El Señor, nuestro Pastor, nos guiará a verdes pastos cuando pase la tormenta, nos restaurará y nos dará nuevo coraje. Él nos guiará hacia donde los pastos sean verdes y nuestras pequeñas semillitas de bondad puedan crecer hasta convertirse en hermosos jardines de amor. Nuestros jardines de vida recibirán agua y, cuando hayan pasado las tormentas de la vida, el Señor guiará nuestras almas atribuladas por caminos de justicia. Incluso si nuestros pétalos se marchitan y mueren, volveremos a levantarnos en la novedad de una vida para siempre en la presencia del buen Pastor. Su vara y su cayado nos consolarán. No habrá tormentas de destrucción; no necesitaremos guardar vegetales y alimentos, porque nos esperará una mesa cargada en abundancia; nuestras copas rebosarán en la presencia de nuestros enemigos. Nunca tendremos hambre ni sed, porque la bondad del Señor estará con nosotros para siempre, ¡para siempre!
EDNA ASHMEADE