“HOLA”
“La lengua que brinda consuelo es árbol de vida” (Prov. 15: 4).
Nací en una pequeña población en Ghana, África occidental. Allí, todos son guardianes de todos, y todos conocen a todos. Así que, cuando vas hacia alguna parte, debes saludar a todas las personas con quienes te cruces; de lo contrario, tus padres o tutores se enterarán y te retarán. Y si esa actitud continúa, serás castigado.
Mi primer día en Inglaterra, dije “Hola” a cada persona con que me encontraba… pero nadie me notó. Entonces, un amigo me aconsejó que dejara de hacer eso porque, en Inglaterra, no tienen la misma costumbre que nuestra población. Me llevó tiempo acostumbrarme a pasar al lado de alguien sin saludarlo.
Imagina que paso al lado de alguien sin saludarlo, y luego me tropiezo y caigo al piso. ¿Me ayudará esa persona? ¿Debería hacerlo? Pienso que podría negarse a ayudarme, siendo que pasé al lado de ella sin dar muestras de que hubiese percatado de su presencia. Pero ¿qué piensas? Lamentablemente, así es la vida en la mayoría de las áreas metropolitanas. Las personas saludan solamente a quienes conocen o aman, olvidando que hay otros que también necesitan de amor, ayuda, atención y cuidado. Algunas personas son solitarias, pero están deprimidas porque no tienen a nadie con quien hablar. Otros tienen problemas, y desean que alguien converse con ellos, demostrando un poco de preocupación, o que los escuchen. Tristemente, pasamos al lado de estas personas sin siquiera notarlas.
¿Por qué no hablamos con quien sea que crucemos en un negocio, un cajero automático, la lavandería, el ascensor, la sala de espera del médico o la parada de colectivos? Así es como conocía una mujer que estaba tratando desesperadamente de encontrar mi iglesia. Había estado en Nueva Jersey por más de siete meses, y me agradeció repetidamente por haberla saludado cuando nos conocimos en la sala de espera de un médico.
Al hablar con desconocidos, podemos hacer nuevos amigos con los solitarios y los necesitados, y brindar esperanza a los deprimidos; todo para la gloria de Dios. Eso es lo que Cristo dijo que debíamos hacer, en lugar de quedarnos solo cerca de nuestros amigos y amados de siempre, intercambiando regalos con quienes no pasan necesidad. Lucas 6: 33 nos pregunta por qué hacemos el bien a quienes nos hacen el bien, en lugar de a los necesitados.
Reconozcamos a otras personas. Así, quizá nos podamos encontrar a la derecha del Rey Celestial, y un día nos dirá: “¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!” (Mat. 25: 23). ¡Sí! Tan solo por saludar a un desconocido.
MABEL KWEI