¿ESTÁS CONECTADA?
“Permanezcan en mí y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí” (Juan 15: 4).
Sonó la alarma: eran las cinco de la mañana. Este es el horario en que suelo despertarme, especialmente los fines de semana. Lentamente me levanté de la cama, tuve mi devoción personal, me dirigí al lavadero y junté toda la ropa sucia. Separé la ropa blanca y clara de la oscura, y reuní todo lo que necesitaba. Con la idea de lograr mucho temprano por la mañana, traté de moverme con rapidez. Prendí el lavarropas; pero, lamentablemente, no hubo ningún sonido. No había electricidad. Miré que el cable estuviera conectado a cable de extensión: estaba bien. Revisé los cables debajo de la máquina, pensando que quizá se habían cortado o una rata los había mordido; todo estaba en orden. Me impacienté. Estaba decepcionada. Me senté y murmuré para mis adentros: “Me desperté muy temprano para poder hacer muchas cosas, pero todavía no comencé nada y el tiempo está pasando”. Ya habían transcurrido treinta minutos. Realmente quería lavar la ropa antes de pasar a otras tareas. No podía llamar a un técnico para que revisara o reparara el lavarropas, porque todavía era muy temprano y no quería molestar a otros a esa hora. Comencé a pensar qué podía hacer. Entonces, recordé algo: ¿Está conectado el cable a la línea principal o al interruptor principal en la esquina? Corrí a revisar. Y así era: detrás del gabinete donde estaba el interruptor general, la línea no estaba conectada al interruptor: la fuente principal de energía. Me reí de mí misma, por ser tan torpe e impaciente.
¿Estás conectada a la Fuente principal? Sí, a menudo tratamos de dirigir nuestras propias vidas con nuestros esfuerzos humanos. Ni pensamos ni nos damos cuenta de que hay una Fuente de poder más grande que nosotros. Un poder que puede hacernos avanzar con velocidad y dirigirnos sin inconvenientes: un poder más allá de la comprensión humana. Ese poder viene de lo Alto, de nuestro Padre celestial, nuestro Creador y Dios. Él es nuestra fuente de energía y poder. A menos que tú y yo estemos conectadas al poder que proviene de Dios, nunca podremos funcionar a nuestra capacidad total. Nunca podremos lograr lo que se supone que logremos, ni usando todas nuestras habilidades al máximo. Asegúrate de estar conectada. Nunca te desconectes de esa fuente de poder: Jesús.
RUBY T. CAMPOS