¡SE HIZO LA LUZ!
“Otra vez Jesús les habló diciendo: Yo soy la luz del mundo, el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).
El 21 de octubre de 1879 fue un día histórico. En Estados Unidos, Thomas Edison consiguió que su primera lámpara eléctrica relumbrara durante 48 horas ininterrumpidas.
El 27 de enero de 1880, Edison obtuvo la patente de su invento, con el número 223898. Sin duda, la lámpara eléctrica es uno de los inventos más utilizados por el hombre. Según un ranking de la revista Life es la segunda invención más útil del siglo XIX.
La luz es indispensable para la vida. Fue lo primero que Dios originó en la semana de la creación. Sin ella, no habría nada. Así también, la luz celestial es vital para nuestra vida espiritual.
La promesa de Isaías 42:16 también es para hoy: “Y guiaré a los ciegos por camino que no sabían, les haré andar por sendas que no habían conocido; delante de ellos cambiaré las tinieblas en luz, y lo escabroso en llanura. Estas cosas les haré, y no los desampararé”.
¿Cómo podemos cambiar las tinieblas por la luz? Estudiando cada día con oración la Palabra de Dios, que es como una lámpara a nuestros pies y lumbrera en nuestro camino (Sal. 119:105).
La afirmación de 1 Juan 1:5 al 7 también es para hoy: “Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ninguna tiniebla en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”.
Hoy puede ser un día histórico. Mediante la comunión con Dios, podemos andar en la luz, porque él es la luz. Así también seremos limpios de nuestros pecados y tendremos una buena comunión con los demás. Este, sin duda, será un logro más grande que el de Edison.
“Si todos los que hacen profesión de seguir a Cristo estuviesen verdaderamente santificados, en lugar de gastar sus recursos en placeres inútiles y hasta perjudiciales, los invertirían en el tesoro del Señor, y los cristianos darían un ejemplo de temperancia, abnegación y sacrificio de sí mismos. Entonces, serían la luz del mundo” (Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 529).