1º DE ABRIL
RECORDANDO A LA ABUELA
“Y oí una voz que me decía desde el cielo: ‘Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí -dice el Espíritu- descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen’ ” (Apoc. 14:13).
Recuerdo aquel primero de abril cuando recibimos la llamada; una de esas llamadas que no deseas recibir jamás. Mi esposo descolgó el teléfono y habló con mi primo. Al colgar, se quedó callado. “¡Tenemos que ir a Ndola ahora mismo! La abuela ha sufrido un accidente”, dijo después. No podía creer lo que estaba oyendo; yo había hablado con ella el día anterior. En cinco minutos, estábamos en camino a visitar a mi abuela. ¡Cómo oramos al Señor, para que fuera misericordioso y sanara a mi dulce, amable y tierna abuelita! Deseaba que viviera mucho tiempo, para que pudiera conocer a los bisnietos, que aún no habían nacido. Deseaba que pudiera compartir con ellos su afecto, sabiduría y, por encima de todo, su amor por Dios.
No importaba si eran miembros de la familia, de la iglesia o desconocidos, la gran pasión de esta querida mujer era hablar de Dios. Muchos de aquellos a quienes había invitado a la iglesia habían aceptado a Cristo. Aunque yo ya llevaba casada cuatro meses, aún consideraba a mi abuela mi roca espiritual; ella fue la primera persona a través de la cual vislumbré el amor de Dios, y me siento feliz porque, al día de hoy, soy fuerte gracias a su ejemplo.
Cuando llegamos a Ndola, nos llevamos una terrible decepción: la abuela había fallecido. Aquel día me enfrenté cara a cara con el dolor de perder a alguien querido. Muchas personas a las que ni siquiera conocíamos asistieron al funeral. ¡Qué tributo tan maravilloso para una hija de Dios! El abrupto final de una vida no puede acabar con el legado espiritual de una persona, y el legado de mi abuela aún perdura. Con gratitud, reconozco el privilegio que tuve de poder llamar a esa gran mujer “abuela”.
Si has perdido a un ser querido, reconfórtate en la promesa del versículo de hoy. A pesar de la tristeza, alaba a Dios, porque la muerte de un creyente que ha experimentado la Palabra de Dios no pone fin a su influencia. Recordar el ejemplo que ha dejado fortalecerá tu fe y tu esperanza en la resurrección.
Judith M. Mwansa