Sabado 18 de Mayo – BIENAVENTURADOS LOS QUE LLORAN – DM. Damas

PENINA

BIENAVENTURADOS LOS QUE LLORAN

Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Mateo 5:4.

A la salida del colegio, encontré a mi hija llorando sin consuelo. No podía emitir palabra alguna. Tenía la mandíbula trabada de tanto apretarla, y luchaba por contener el llanto. Le dije que respirara hondo y sacara el aire lentamente. Dejé que viviera su duelo hasta que quisiera hablar del asunto. Ya en casa, me explicó lo sucedido. No sé si hice bien, pero después de abrazarla y orar por la niña que la había hecho llorar, le dije que era mejor recibir el daño que causarlo. “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”. El Maestro no dijo: “Bienaventurados los que hacen llorar a otros porque siempre se saldrán con la suya”.

La Biblia nos cuenta de una mujer que siempre hacía llorar a otra: “Penina se mofaba y se reía de Ana porque el Señor no le había permitido tener hijos” (1 Samuel 1:6, NTV). ¿Por qué Penina se comportaba así? La Biblia dice que tenía hijos e hijas; no dice la cantidad, pero eso suena a muchos. No entiendo cómo, teniendo que dividir las horas del día para atender a todos sus hijos, Penina tenía tiempo para maquinar el mal y ofender a Ana. Dicha actitud persistía incluso durante sus visitas al Santuario de Dios, donde debía tener un espíritu de gratitud por las providencias divinas, pues sus hijos iban creciendo sanos, fuertes y en libertad.

Penina se olvidó de algo que toda mujer israelita debía tener siempre presente: que podría estar criando al futuro Mesías. Por centrarse en los problemas de los demás, descuidó a su propio rebaño: “Sé diligente en conocer el estado de tus ovejas, y mira con cuidado por tus rebaños” (Proverbios 27:23). No sabemos nada de los hijos de esta mujer, pero por el ejemplo que les dio, no deben haber sido personas ejemplares. Esto debió afectar el testimonio de la nación hebrea ante los paganos.

A veces no pensamos en que la sociedad se está destruyendo por la pérdida de los valores en la familia, lo que comienza en la relación matrimonial. No descuidemos nuestro rebaño; procuremos tener un hogar feliz para este mundo y para la eternidad. -GM

Radio Adventista

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